Franklin. Historia de un billete

Crítica de Martín Philippi - Funcinema

AVARICIA MARGINAL

El debut cinematográfico de Lucas Vivo García Lagos tiene como epicentro a un barrio La Boca teñido de una fuerte estética neo-noir, al mejor estilo Simplemente sangre. El parentesco con esta, sin embargo, no se limita exclusivamente al plano estilístico; al igual que la -también- ópera prima de los hermanos Coen, Franklin: Historia de un billete se inserta en un marco desolador donde el mal acecha y la paz brilla por su ausencia.

Correa (Germán Palacios) es un ex boxeador devenido en matón que trabaja para quien en sus días de atleta supo ser su manager, Bernal (Daniel Aráoz). Debido a “gajes del oficio” Correa acaba cumpliendo una sentencia de tres años en prisión, donde poco lo ampara más que su fe en el Gauchito y el amor de Rosa (Sofía Gala Castiglione), una prostituta parte de una red manejada por Bernal. Pero por más paradójico que suene, su mayor tormento llega al momento de su salida, ya que deberá elegir entre la lealtad para con su jefe, y el beneficio económico que esto conlleva, o la vida de su amada.

De igual modo que en la extraordinaria Winchester ’73 de Anthony Mann, el protagonista de Franklin… no es otro que aquel elemento que da nombre al relato; en este caso, un billete de cien dólares americanos. Este aparece a los pocos segundos de iniciada la acción cuando, mediante un alegórico plano detalle, lo vemos ser salpicado con la sangre de Correa. Teniendo en cuenta este valor del que -claro está- la película pretende dotar al billete (y las vicisitudes que atraviesa Correa en torno al mismo), hubiese resultado interesante un juego con su resignificación o, cuando menos, un aprovechamiento de su carácter simbólico. Pero contrario a esto, el film elabora un lúdico pasamanos que por momentos roza lo banal en el que dicho billete se la pasa buscando un hueco para infiltrarse en la acción.

Franklin… puede camuflar sus deficiencias narrativas gracias al potente despliegue técnico de García Lagos y a las individualidades de sus intérpretes, pero no deja de ser llana en su planteamiento. Tan solo expande, sin mayor profundidad, ese multiverso marginal argentino de principios de siglo encabezado por las películas de Caetano (Pizza, birra, faso, Un oso rojo) y series televisivas como Okupas, que ha sido explotado hasta el hartazgo por la reciente El marginal y su sinfín de temporadas.