Franklin. Historia de un billete

Crítica de Ezequiel Boetti - Otros Cines

Franklin, historia de un billete tiene, a falta de una, dos secuencias que operan como introducción. En la primera se lo ve a Correa (Germán Palacios) sentado en el vestuario luego de ser molido a trompadas en una pelea de boxeo junto a Bernal (Daniel Aráoz), quien parece oficiar como su represente. En la segunda, que ocurre cinco años después, Correa está trabajando para Bernal –que se encarga de cuanto negocio ilegal pueda imaginarse, desde levantar quiniela hasta vender drogas y regentear prostitutas– y termina en la cárcel durante tres años luego de asesinar a una persona.

El rumor de su salida se esparce con velocidad por el mundo del delito en el que se mueve Bernal, a quien Correa va a ver apenas queda libre. Allí recibe una misión que, de cumplirla, será la última: asesinar a Rosa (Sofía Gala Castiglione), una de las prostitutas de su harén, quien no tuvo mejor idea que quemar con una plancha a uno de los policías que “atiende” regularmente. El tema es que ella tiene una larga relación amorosa con el ex presidiario. Correa, entonces, queda encerrado entre la espada y la pared. Solo cuenta con un billete de 100 dólares, una cifra que intentará multiplicar apostando a la lotería para huir junto a Rosa.

El primer largometraje de Lucas Vivo García Lagos aprovecha la nocturnidad ominosa de la zona de La Boca y el extremo sur de Puerto Madero –donde el glamour de los diques centrales parece estar a kilómetros de distancia– para crear un submundo porteño donde se respira una atmósfera de peligrosidad constante, de posibilidad de una traición a la vuelta de la esquina.

Con Aráoz en la piel de un villano desagradable hasta en su manera de pararse, Franklin, historia de un billete es un thriller que por momentos funciona por acumulación antes que por sedimentación, incluyendo varios personajes poco desarrollados y cuya pertinencia narrativa tiende a ser nula. De todas formas, la cruza del ideario violento de El marginal y de los negocios ilegales como modo de vida de Un gallo para esculapio da como un resultado un film atrapante que, como su protagonista, apuesta un pleno. En este caso, a sostener la tensión durante 80 minutos a como dé lugar.