Frankie

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Hay quienes van al cine y pagan su entrada para ver una película motivados, llevados por uno de los intérpretes que encabezan el elenco. En Frankie hay varios talentosos, empezando por Isabelle Huppert, y siguiendo por Brendan Gleeson, Marisa Tomei, Greg Kinnear, Jérémie Rénier.

Tamaña decepción, entonces, se lleva el espectador ya al promediar la proyección del filme de Ira Sachs (el de Por siempre amigos), que hizo su primera aparición en el Festival de Cannes con este melodrama en la edición de este año. Ni siquiera la presencia de la actriz de La profesora de piano y Elle: abuso y seducción merece la atención.

Huppert es Françoise Crémont, una mujer que decide llevar de vacaciones a Sintra, un pueblito pintoresco de Portugal, a miembros de su familia y/o amigos y hasta a su ex marido. Si queda claro el motivo -Frankie padece una enfermedad terminal, y la reunión obedece más a una despedida que a otra cosa-, no queda claro cuáles son las intenciones. Porque en los diálogos, insípidos, hay algo de reproches al margen del tono de adiós.

Lo que también desaprovecha el realizador estadounidense, además de a los actores que ha reunido, son las situaciones que plantea, tanto en el tronco de la historia como en sus ramificaciones. La relación, por ejemplo, entre Ilene (Tomei) y Gary (Kinnear), el reencuentro con Jimmy, su ex. Todo es más que pintado, enchastrado con una pátina entre trágica y patética. Eso sí, con unos paisajes pintorescos que el director de fotografía portugués Rui Poças (Zama) sabe iluminar y una toma final, un plano que debería decir mucho, pero que resulta bastante simple y desabrido.