Francotirador

Crítica de Santiago García - Leer Cine

El buen pastor

No sé qué tan malos son los tiempos que corren para el cine. Solo sé que siempre se decretó el fin del buen cine, desde que apareció el sonido en adelante, siempre alguien pensó que todo pasado era mejor. Pero cuando una vez una película dirigida por Clint Eastwood se pregunta: ¿Acaso hay algo que no sea genuinamente extraordinaria en esta película nueva, del 2014? Las sospechas del fin de cine se vienen abajo cuando uno piensa que hay directores como él trabajando en la industria y generando esta clase de maravillas. Por qué sí, Francotirador es una maravilla. American Sniper (en la distribución internacional se le ha querido bajar la asociación directa con Estados Unidos cambiando afiche y título) viene justo después de que Eastwood filmara Jersey Boys, esa adaptación de un musical que no era un musical, y acá se mete en el cine bélico de una manera también memorable. En un género donde los códigos narrativos se han vuelto a inventar y en conflictos modernos donde Kathryn Bigelow ha entregados dos obras maestras (Vivir al límite y La noche más oscura), Eastwood hace caso omiso y consigue fusionar su clasicismo a ultranza con la estética que le plantea este nuevo escenario. Eastwood sigue siendo clásico (¿Cómo podría dejar de serlo?) pero como sus maestros, lleva al límite las herramientas que ese clasicismo le deja en sus manos. Cuando un director tiene el dominio del lenguaje que tiene Eastwood, los matices que puede lograr no tienen límites. Si alguien les cuenta American Sniper, jamás entenderían que película es. American Sniper habla a través de la imagen, del rostro y el cuerpo enormes de su protagonista. Cada vez más pesado, cada vez más cansado, que carga su rifle como una cruz, que asume su responsabilidad como un sacrificio. Chris Kyle (Bradley Cooper en la que sin duda es la actuación de su vida) escucha en la infancia a su padre cuando le dice que en la vida hay corderos, lobos y perros pastores. Chris sabe desde entonces que su rol es el de perro pastor, pero entre el mundo de la infancia y el de la guerra hay un abismo enorme.

¿Qué tan terrible puede ser la guerra? Es la pregunta que el propio Kyle cuando en su primer trabajo mata a una mujer y a un niño que ataca a sus compañeros de combate. Más bajo que eso ya no se puede caer. Chris pierde la inocencia en su primer disparo, ya nunca volverá a ser lo mismo, nunca más. Lo curioso es que allí comienza su recorrido como héroes. No se puede dejar de pensar en Los imperdonables (Unforgiven, 1992) cuando a su protagonista William Munny (interpretado por Eastwood) le dicen “Asesino de mujeres y niños”. Eso es Chris Kyle, aunque su contexto sea diferente, aunque Munny va del infierno a la redención y luego otra vez al infierno e en una última misión que lo convierte también en un perro pastor. Chris Kyle lo pierde todo desde el comienzo y de allí en más será héroe, leyenda, admirado por sus compatriotas, perseguido por sus enemigos. Eastwood se mueve en el mismo territorio que su maestro John Ford, desmenuza el precio de la gloria, analiza como la sociedad construye héroes, mitos, como se une alrededor de esas figuras que no son otra cosa más que un invento para unir a una sociedad. ¿Cuántos films sobre guerra han mostrado con tanta crudeza las monstruosas acciones que lleva adelante este personaje? Es nuestro protagonista, queremos que sobreviva, queremos que venza a su enemigo francotirador, pero definitivamente no podemos sentirnos cómodo con sus acciones.

Vemos a Chris Kyle convertirse en leyenda frente a nuestros ojos. Pero esa leyenda llega de afuera, sus compañeros le dicen una y otra vez que es el número uno. Y serlo implica haber matado a la mayor cantidad de gente comprobable. Su condición de héroe absoluto, emocionante y definitiva llega recién con su muerte. Kyle es asesinado por uno de los muchos ex soldados que han vuelto enajenados del conflicto en oriente medio y que vuelven enajenados de la guerra en general. Intenta salvar vida en oriente medio, cosa que logra, pero lo hace matando más gente que nadie. Su propia familia queda olvidada atrás en Estados Unidos. Chris Kyle no tiene la obsesión de los personajes de Bigelow, Kyle tiene una responsabilidad, una tarea, una misión en la vida. Así se lo ha dicho su padre, así lo ha entendido él. Esa misión destroza su vida, esa misión termina con su vida. No es que la película tampoco lo tome como un loco o un monstruo, porque tampoco es una película superficial ni un panfleto progresista, Kyle es más complejo. Kyle hace lo que le dijeron que debía hacer. Y aunque en su primera misión descubre el horror, igual sigue adelante, no se lo reclama a nadie, no le llora a nadie, no le protesta a nadie. No se siente héroe, como se puede ver en varias escenas, incómodo frente a los elogios y los agradecimientos. Intenta ayudar genuinamente y su culpa es no haber podido ayudar más. Sigue siendo un perro pastor, hasta el fin de sus días. Como posiblemente lo es su francotirador del bando contrario, Mustafa, que también tiene una familia, que también tiene una vida y que también, seguramente, tiene la misma misión que Kyle. No hay una esplendorosa y espectacular batalla entre ambos, la muerte de Mustafa es triste, fría, distante como lo está Kyle cuando le dispara. Mustafa es el Kyle del ejército enemigo.

Como John Ford en Fuimos los sacrificados, Eastwood muestra a la guerra como aquello que lo destruye todo. Las fiestas, los bailes, lo cotidiano, los valores, la vida. Como los personajes de aquel film, Kyle cumple con su parte del plan. Y como en las películas de John Ford, el rol del héroe es triste e implica sacrificios inesperados. El propio Eastwood ensayó en esa obra maestra llamada La conquista del honor todo un tratado sobre el cruel lugar que ocupa aquel que tiene que ser oficialmente héroe. Como Ford, Eastwood es un director lúcido, sereno, amargo y a la vez lleno de energía. No es American Sniper una película sencilla. Requiere pulso y mucha fuerza. Algunos verán –confirmando las teorías de Eastwood, claro- a Kyle como un héroe sin fisuras. Los que lo vean así estarán actuando como los que van a saludar el paso de su féretro rumbo al cementerio al final de la película. Pero la película es más ambigua, es mucho más compleja, basta ver como abandona Kyle el campo de batalla al final para mostrar un nivel de desencanto tan alto como angustiante. Eastwood genera tensión a un nivel extremo. La mencionada primera misión está dividida en partes. El director muestra, con su habitual talento, que un simple disparo en una guerra es mucho más. Eastwood recurre al poco usado por él recurso del flashback para anunciarnos que la historia es más complicada de lo que creemos. Y lo es. La historia con minúscula y con mayúscula no tiene nada de sencillo. Inteligencia, complejidad, profundidad y último, pero no menos importante, un estilo visual que no tiene comparación. El cine está más vivo que nunca mientras haya genios que hagan películas imprescindibles como esta.