Francotirador

Crítica de Benjamín Harguindey - EscribiendoCine

La Chanson de Chris

En El sobreviviente (Lone Survivor, 2013), un escuadrón de cuatro soldados norteamericanos repele horda tras horda de talibanes desde lo alto de una montaña. La película trata sobre cuánto tardan en morir todos menos uno de ellos, y con cuanta gloria dejan este mundo. El Cantar de Roldán es un relato modesto por comparación.

Francotirador (American Sniper, 2014), de Clint Eastwood, tiene muchos puntos en común con El sobreviviente. Ambos cantares – basados en hechos reales – celebran las hazañas de guerreros norteamericanos en guerras contemporáneas. Ambos hombres eran Navy SEALs, ambos eran amigos (dícese), ambos lucharon en Medio Oriente, ambos sobrevivieron escaramuzas increíbles y ambos son interpretados por los productores de sus respectivas películas: Mark Wahlberg es el Sobreviviente y Bradley Cooper es Francotirador.

La gran diferencia entre las películas es que El sobreviviente trata sobre las acciones de un grupo de soldados cuya mayor transformación como personajes es dejar de estar vivos, y Francotirador trata sobre la transformación interna y palpable de su protagonista.

El Francotirador en cuestión es el texano Chris Kyle, quien crece creyendo que el mundo se divide entre ovejas, lobos y perros ovejeros (“Y en esta casa no criamos ni ovejas ni lobos,” amenaza el padre, sacándose el cinturón). De adulto se viste de vaquero y participa en rodeos. Ya lo interpreta el Bradley Cooper, el de la mirada penetrante. En el ’98 se une al ejército, porque esa mañana vio por televisión cómo bombardeaban las embajadas de su país, y las imágenes despertaron el patriota que lleva dentro.

En Irak, Kyle pronto se convierte en un ángel guardián apodado Leyenda que vela invisible desde los cielos con su rifle francotirador. Mata uno, dos, tres, doscientos veinticinco enemigos (ciento sesenta confirmados) de hasta 2 kilómetros de distancia. De a momentos la película se parece al film nazi que muestran al final de Bastardos sin Gloria (Inglourious Basterds, 2009), y efectivamente Kyle termina convirtiéndose en el Fredrick Zoller yanqui, tanto por su racha de disparos en la cabeza como por la incomodidad que siente por su fama.

Hasta aquí podríamos confundir Francotirador con cualquier otra de las numerosas obras propagandísticas sobre la Guerra de Irak. Excepto que Francotirador no trata sobre la Guerra de Irak, sino sobre su personaje principal: un hombre que se enfrenta a decisiones problemáticas que le van transformando a lo largo de toda la película, de un banal vaquero a un soldado heroico a un veterano taciturno, describiendo a un personaje con una tridimensionalidad que cualquier figurita de propaganda envidiaría. El film no pierde tiempo y comienza con una decisión terrible y crucial para el personaje: ¿mata al niño que está corriendo hacia las tropas americanas, granada en mano?

A menudo se dice de tal o cual película que tiene menos autonomía que su intérprete principal, el cual debe cargarla en sus hombros. En este caso la afirmación es más necesaria que nunca: el personaje de Bradley Cooper es el único claramente definido como tal, y son sus dotes actorales las que elevan, cargan y definen la película. La única caracterización que reciben sus compañeros de armas son nombres, con lo que la película pierde el tiempo al lamentar sus muertes. Lo más parecido a un segundo personaje es la esposa de Kyle (Sienna Miller), cuyo impacto en la trama es el de un símbolo, poco más que un estereotipo despechado. Encima tiene el molesto hábito de llamar a su marido por teléfono en los peores momentos. Aparentemente la estupidez de la gente que no apaga el celular en el cine alcanza el campo de batalla.