Francesca

Crítica de Ezequiel Boetti - Otros Cines

Un regreso con no pocos hallazgos al espíritu del giallo italiano.

El cine de terror argentino no sólo se nutre del gore, el slasher o el thriller psicológico-metafísico. Estrenada en la edición 2015 del reputado Festival de Sitges, Francesca replica a los giallos italianos de los ’60 y ’70 para, a partir de eso, homenajear a un cine que ya prácticamente no se hace.

El film de Luciano Onetti –coescrito junto a su hermano Nicolás– arranca después de un misterioso ataque en la casa del recitador, poeta y dramaturgo Vittorio Visconti que deja como saldo una silla de ruedas de por vida para él y la desaparición sin dejar rastro de su pequeña hija Francesca.

Quince años después, una nueva ola de crímenes vuelve a encender la alarma en la comunidad. Sucede que el asesino “firma” sus obras dejando dos monedas muy particulares sobre los ojos de las víctimas, obligando a dos detectives en busca de redención a investigar la conexión aparente con la desaparición de Francesca.

Los hermanos Onetti han visto y deglutido toda la obra de Darío Argento, Mario Bava y Lucio Fulci. No por nada su película anterior llevaba como título un “argentiano” Sonno profondo. Aquí estará, entonces, la iconografía, la estética, y el tempo de aquellos films de antaño, desde la tipografía de los créditos hasta los teléfonos rojos, los primeros planos a los ojos abiertos y una imagen granulada y saturada.

El resultado es un film que relee –no le hubiera venido mal ensayar una reescritura desde el presente antes que apostar sólo a replicar– todo un subgénero y, con eso, una época. Tiempos en los que mandaba la sugestión por sobre lo explícito, donde había más clima que golpes de efecto. Un tiempo que se ha ido, pero que cada tanto puede volver.