Francesca

Crítica de Diego Brodersen - Página 12

Ejecución aplicada del ejercicio de estilo.

Hacer un giallo en la Argentina hoy. ¿Por qué no? Al fin y al cabo, los italianos se pasaron más de una década fabricando westerns. En todo caso, la apuesta de los hermanos Luciano y Nicolás Onetti es tan caprichosa como la del dúo de realizadores franco-belgas Hélène Cattet y Bruno Forzani en sus dos primeros largometrajes, Amer y L’étrange couleur des larmes de ton corps: imitar con pelos y señales ese género fatto in Italia, gestado gracias a la cruza de embriones del policial de investigación y el terror en su vertiente más psicótica. Pero a diferencia del caso testigo de un Quentin Tarantino –amo y maestro del reciclaje como arma de invención–, tanto Francesca como los films antes mencionados no buscan nuevos caminos por vía de la apropiación y la reelaboración sino que, en gran medida, intentan emular hasta los más mínimos detalles fondo y forma, confortablemente acomodados en la ejecución aplicada del ejercicio de estilo.

A tal punto esto es así en la película de los argentinos –presentada hace dos años en el Festival especializado de Sitges– que la elección del italiano como lenguaje, ya desde la secuencia de títulos, y de tonalidades desteñidas en la paleta de colores (sin dudas, los espectadores más jóvenes vieron por primera vez aquellas películas de los 70 en copias desgastadas, transferidas luego a VHS) terminan generando dos paradojas. Por un lado, la mayoría de los giallos se producían pensando en el mercado internacional, con uno o dos actores de habla inglesa y este último idioma como pista de sonido internacional. En segundo lugar, uno de los aspectos formales más fácilmente reconocibles en los films de Mario Bava y Dario Argento (los realizadores más imitados aquí, en particular el segundo) está relacionado con su particular estilo fotográfico, en muchos casos saturado de colores primarios. Todo eso termina generando en Francesca un extrañamiento que rápidamente le cede el lugar al desconcierto y el cansancio: el doblaje italiano deja por momentos de ser irónico para transformarse en una simple molestia y los procesos de posproducción diseñados para darle a la imagen la sensación de añejamiento no logran ocultar del todo el formato digital de base.

A pesar de esos problemas, que para muchos pueden resultan insalvables, Francesca posee varios momentos que logran dar visualmente en la tecla y el espectador avezado en el territorio disfrutará sin dudas de los homenajes menos evidentes: el uso puntual del foco diferenciado, algún plano encuadrado a través de un vaso de whisky, la cámara inclinada como antesala de la violencia y el homicidio. El resto es homenaje, cita y copia, en algunos casos oscura, en su mayoría fácilmente reconocible: el trauma infantil y familiar, el asesino serial amante de Dante, el investigador obsesionado, el sexo como disparador del frenesí sangriento. Y Rojo profundo, desde el travelling con chiches de la infancia hasta el ubicuo muñeco que anticipa las muertes, pasando por la niña que tortura y mata animales, entre muchas otras cosas. Sólo falta una banda de sonido que remede a Globlin... Ah, no, eso también está.