Fragmentado

Crítica de Francisco Nieto - CineFreaks

Tenemos que hablar de Kevin

M. Night Shyamalan, cineasta poseedor de una amplia secta de fanáticos defensores, vuelve a la carga con lo que se supone que es un retorno a su primer cine tan enormemente idolatrado por estos acérrimos seguidores.

Fragmentado, el nombre de su última creación, es una película que presenta numerosas similitudes con Identidad, de James Mangold, donde también se trata el tema de las personalidades múltiples desde el punto de vista de un thriller. A su vez el filme bebe directamente de la famosa novela El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde, sólo que en lugar de convivir dos personalidades lo hacen veinticuatro (siendo una de ellas, obviamente, Mr. Hyde o La Bestia como aquí se le llama).

Desde un primer momento se hace patente el exceso de elementos sobrantes en la obra. Entre los más destacables se encuentran los flashbacks de la supuesta protagonista y toda la trama secundaria referente a la psiquiatra. Estas subtramas no hacen más que enfriar el ritmo del filme y entorpecer el desarrollo de la historia.

Encontramos además una gran cantidad de diálogos y escenas cuyo único objetivo es explicar al espectador de la forma más burda y simple sobre qué está hablando la película. Shyamalan trata al público como a un conjunto de niños que necesitan absolutamente todo bien masticado.

Todo este lío complica el filme hasta el extremo, de forma que en ciertos momentos es incluso imposible de determinar quién es el protagonista: ¿La psiquiatra, la secuestrada o el propio secuestrador? Se cambia el punto de vista constantemente, a tontas y a locas, queriendo centrarse en todo a la vez y consiguiendo no profundizar en nada.

Pero hay más, Shyamalan se permite usar a la figura de la mujer de la forma más tópica que existe en el mundo cinematográfico, en ropa interior y gritando como una desposeída. Y es que esto es algo que como producto comercial nunca puede fallar: cine de terror + unas buenas tetas o un buen culo = éxito asegurado. Da igual que reste verosimilitud al conjunto, ver a unas colegialas que aparentan veintimuchos chillando en bragas siempre merece la pena.

Respecto a McAvoy, de quien no se puede negar su capacidad como actor, cabe decir que trabaja sobre un papel completamente absurdo. ¿Para qué demonios interpretar a una persona con veinticuatro personalidades vacías e incomprensibles? ¿No es mejor centrarse en algo menos complicado y desarrollarlo de una forma más completa? ¿O es que hoy en día se valora el trabajo del actor tan sólo por la extravagancia del personaje? McAvoy coge todos los papeles de Johnny Depp y los junta en uno solo, obteniendo como resultado un amasijo de expresiones faciales dignas del mismísimo Jim Carrey.

Fragmentado es un supuesto híbrido entre el cine de suspense y el de terror, pero si nos centramos en este último aspecto podemos encontrar una serie de elementos que no funcionan. El más llamativo de entre todos ellos es también el más simple, los sustos (que ante todo cabe decir que no son necesarios para contar una historia de terror, pero parece que muy pocos cineastas son capaces de darse cuenta de esto).

Y es que los sustos no asustan (valga la redundancia), en su lugar son vulgares, facilones y sobre todo muy previsibles lo cual conlleva a aumentar ese absurdo que rodea a la película a lo largo de todo su metraje.

El último filme del “maestro” Shyamalan es por tanto todo un ejemplo de lo que es el cine de sus inicios: giros argumentales incoherentes, sorpresas totalmente injustificadas al más puro estilo Deux ex machina, un terror común y manido y los cameos del propio director a lo Hitchcock (quien sí es el verdadero maestro del suspense).

Tan sólo queda hablar del guiño final de la obra a El protegido, guiño que todo sea dicho ocurre después de un anticlímax innecesario y chabacano. Este homenaje ha sido tachado por muchos como un elemento metalingüístico de proporciones bíblicas. Permítanme estas personas que califique tal acto como una burda tomadura de pelo, concebida tan solo como sorpresa final, eso sí, al más puro estilo M. Night Shyamalan.