Fontanarrosa, lo que se dice un ídolo

Crítica de Catalina García Rojas - Visión del cine

A diez años de la muerte del escritor y dibujante Roberto “El negro” Fontanarrosa, seis directores le rinden homenaje a su literatura y a su humor característico para consagrarlo en la gran pantalla en Fontanarrosa, lo que se dice un ídolo.
La capacidad casi sobrenatural para el humor y la simplicidad de las líneas de Fontanarrosa lo vuelven irresistible para las adaptaciones en el medio audiovisual. Pero no es fácil elegir un puñado de cuentos dentro de su extensa obra.

La difícil elección les tocó a los directores Juan Pablo Buscarini, Gustavo Postiglione, Héctor Molina, Néstor Zapata, Hugo Grosso y Pablo Rodríguez Jáuregui. Cada uno tuvo que adaptar un cuento y a través de sus diferentes miradas conforman un largometraje que no sólo homenajea al escritor sino también a su lugar de origen: aquel Rosario que lo vio nacer en 1944 y que nunca pudo abandonar.

Los cuentos son: “No sé si he sido claro” dirigido por Buscarini donde Dady Brieva se mete en la piel de Monfrini para prestar declaración ante un juez sobre un hecho inusual dentro de un club de barrio; “Vidas Privadas” de Postiglione donde se destacan las actuaciones de Julieta Cardinali y Gastón Pauls que dan vida a un matrimonio que tiene mucho para decirse en medio de dos realidades; “El asombrado” dirigido por Molina que muestra a Darío Grandinetti frente a un problema que parece no tener solución y que busca consuelo en su psicólogo interpretado por Claudio Rissi; “Sueño de barrio” de Zapata donde aparece un sobreactuado elenco encabezado por Pablo Granados y Raúl Calandra en medio de una comisaría para reconstruir un caso que no tiene nada de policial y “Elige tu propia aventura” que dirige Grosso protagonizado por Luis Machín quien debe lidiar con una difícil elección dentro de un bar. En el medio de estos relatos aparecen los cortos animados de Pablo Rodríguez Jáuregui que recrean tres “Semblanzas Deportivas” del gran escritor que siempre supo narrar los miedos y tensiones del fútbol de una manera casi romántica.

La gran virtud de las historias es que captan la esencia del habla coloquial y la capacidad que tuvo Fontanarrosa en traducirla al lenguaje escrito. El espectador se queda expectante porque quiere saber cómo termina cada historia. Y ese es su valor central: la atención que genera un relato bien contado.

Su gran adaptación se debe al elenco que tiene cada uno de ellos, que lograron darle vida a esos personajes que disfrazan con simplicidad algo tan complejo como la construcción de una jerga tan directa que resuena en los oídos.

Sin embargo deja un sabor amargo el humor negro que recurre siempre a las costumbres machistas de la sociedad argentina. Dentro del largometraje los roles femeninos son accesorios que cumplen sólo la función de satisfacer al sexo opuesto, no hay contenido que demuestre lo contrario.