Fontana, la frontera interior

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

“Fontana”: biografía a contrapelo de modas

Contando con el apoyo de cuatro provincias, y, en particular, el apoyo de tobas, mocovíes e hijos de galeses, Juan Bautista Stagnaro realizó un film levemente a contramano del cine más oficial de este momento. El llevó al cine la vida de un militar que mató indios pero al mismo tiempo, indiscutiblemente, hizo patria.

Tal es la interesante vida del mayor Luis Jorge Fontana, que se formó como soldado en la guerra del Paraguay, pero también como naturalista en las aulas del zoólogo y antropólogo Karl Burmeister, uno de los mejores científicos que llegaron a nuestro país, cuando el país todavía tenía partes sin descubrir y fronteras sin definir. El mayor Fontana fue, sucesivamente, fundador de Formosa, explorador del Chaco, atravesando el Impenetrable hasta Salta, gobernador de Chubut, que exploró hasta llegar al punto más occidental del territorio, y, ya en su vejez, investigador de sismos en Cuyo. A él debemos, entre otras cosas, la integración de los galeses a la Argentina.

Precisamente, el punto culminante del relato, y el más emotivo, es cuando, tras ganarse el respeto de los rifleros del Chubut, que apenas hablaban castellano y despreciaban a los criollos, descubre con ellos lo que hoy es el valle 16 de octubre, futuro asentamiento de Trevelin, y se oye, en galés, el preámbulo de nuestra vieja Constitución, dedicada también a «todos los hombres de buena voluntad que quieran habitar el suelo argentino» (y ellos lo habitaron casi antes que los propios argentinos).

Se dirá que Fontana tuvo más consideración con estos inmigrantes que con los nativos, y es cierto. Lo bueno de la película es que no lo niega, sino que nos coloca en la época y en el pensamiento de la época. De todos modos, conviene recordar que habitualmente él los estudiaba y dejaba libres. La película expone las dudas e inquietudes del naturalista de uniforme, y las del soldado que apenas usa el arma. Lo hace, apoyada en los propios escritos de Fontana, como «El Gran Chaco», «Viaje de exploración al río Pilcomayo», y «Viaje de exploración a la Patagonia Austral» (quedan para otro momento sus estudios sobre aves locales, caballos fósiles, y hallazgos de restos prehistóricos, que también fueron de su interés).

Para apreciar, el trabajo de voces donde oímos, a veces divergiendo, al mismo personaje cuando joven y cuando ya en la vejez reconsidera sus conceptos. Y el trabajo de rodaje que obligó a recorrer los mismos lugares, no todos turísticos. Único detalle, las imágenes de Fontana que se conservan lo muestran mucho menos lindo que quien ahora lo encarna, Guillermo Pfening. Ya el director había hecho lo mismo en «Casas de fuego», cuando el doctor Salvador Mazza fue encarnado por Miguel Angel Solá. En fin, en ese sentido el cine es el cine, y no hay lugar para quejas.