Fin de siglo

Crítica de Juan Pablo Russo - EscribiendoCine

Un relato disruptivo que juega con las temporalides es la propuesta deLucio Castro en Fin de siglo (2019), película de temática LGBTQI filmada en Barcelona que aborda tópicos como la sexualidad, la familia, la enfermedad, el deseo y la transformación del amor a través del tiempo.

Juan Barberini y Ramón Pujol interpretan a dos muchachos que “aparentemente” se conocen en Barcelona. Uno radicado en Nueva York y el otro en Berlín se encuentran por cuestiones personales que iremos descubriendo a lo largo de la historia en la ciudad gay friendly de la península ibérica. Ambos están de paso y tras un histeriqueo manifiesto terminan teniendo una increíble escena de sexo (filmada de manera brillante). Caminan por las calles, se cuentan su pasado y un salto narrativo y temporal ubica a los mismos personajes a finales de los años 90 en la misma ciudad cuando aún no se habían conocido. 

Como si se tratara de la trilogía de Richard Linklater (Antes del amanecer, Antes del atardecer, Antes de la medianoche) pero en una sola película, Castro juega de manera sorprendente con el tiempo y el espacio para adentrarnos en un relato sobre la evolución y transformación del amor a través de los años, como así también en la construcción de la familia homoparental, y lo hace asumiendo una serie de riesgos que de manera hábil no pierde el tiempo en explicar los por qué de dicha elección.

La historia sucede en tres temporalidades diferentes pero utilizando a los mismos actores, como si para ellos el tiempo no avanzara ni retrocediera. Lo que en un principio puede llegar a confundir se vuelve uno de los tantos desafíos a los que el director se enfrenta para romper con ciertos paradigmas de una historia que trasciende más allá de su forma y de la capa superficial que parece recubrirla en un primer momento.