Fiesta Nibiru

Crítica de Matías Orta - A Sala Llena

La mezcla de géneros y tonos cinematográficos suele deparar milagros o esperpentos, pero siempre es algo digno de ver. Sobre todo, cuando predomina la imaginación y el desparpajo. Fiesta Nibiru tiene esas cualidades.

En una noche de Montevideo, Galaxia (Verónica Dobrich) y Peetee (Luciano Demarco), dos veinteañeros aburridos que se la pasan fumando marihuana, deciden no asistir a la Fiesta Niburu, el acontecimiento juvenil en el que los asistentes deben ir disfrazados de extraterrestres. Entonces invitan a su departamento a algunos amigos tan peculiares como ellos, como para hacer una suerte de reunión alternativa: Zeba Zepam (Emanuel Sobré), XXX (Carla Quevedo) y Navajo (Alan Futterweit). Pero lo que iba a ser una simple noche de drogas y risas y pizza con corazones de pollos, desemboca en un una serie de acontecimientos con una influencia decisiva proveniente de otros mundos.

El director Manuel Facal ya venía dando muestras de su impronta demencial en Relocos y Repasados y High Five, donde las pastillas juegan un rol importante. En Fiesta Nibiru va más allá al juntar comedia drogona (y comedia negra), ciencia ficción y hasta terror. Remite especialmente a dos directores disímiles: por un lado, el Steven Spielberg de Encuentros cercanos del Tercer Tipo y E.T., y por otro, el Gregg Araki de films como Nowhere y Smiley Faces. El resultado de ese combo invita a verlo para creerlo.

Otro mérito del director es el de concentrar la historia mayormente en una sola locación, pero sin resultar cansador, y en el uso de efectos especiales artesanales pero bien empleados, consiguiendo secuencias de pura psicodelia con gotas de ternura y baldazos de horror. Unos toque que la acercan, también, a los delirios gore de los ’80.

Dentro del colorido elenco sobresalen Verónica Dobrich (en una actuación jugada y con múltiples facetas), y Carla Quevedo, como una punk que se sabe sensual aunque también tiene un lado sensible.

Fiesta Nibiru es un viaje a veces gracioso, a veces perturbador, pero todo el tiempo impredecible y repleto de sorpresas.