Ficción Privada

Crítica de Marcela Gamberini - Subjetiva

Los personajes de Andrés Di Tella se mueven, caminan, viajan, andan en roller, atraviesan ciudades y a la vez atraviesan recuerdos, acomodan caras y cuerpos, rearman fotos, actúan. Viajan y a la vez permanecen, se apropian de los lugares y los abandonan. Viaje donde las cartas entre Kamala y Torcuato, los padres de Andrés, se leen y se interpretan en sus múltiples sentidos desde este presente tan inexacto.

Rearmar el mapa familiar es el eje simbólico sobre el que se construye Ficción privada que es la tercera parte de una trilogía compuesta por La televisión y yo (2002) donde el director se acerca a su padre después de la muerte de Kamala y por Fotografías (2007), donde ella es la protagonista. Finalmente en Ficción privada se amalgaman sus padres y el director-hijo se concentra en la historia de amor. Este mapa es a la vez un mapa geográfico y un mapa afectivo donde diferentes subjetividades se expanden y a la vez se contraen. Aquellas subjetividades que se expanden son las que viajan, las que se trasladan en tiempo y espacio desde Buenos Aires (una ciudad reconocida y cotidiana) hasta Londres (un barrio y una calle lejana y extraña) y las que se contraen son las que se apropian del espacio y el tiempo en un estudio de grabación, en la casa de Andrés, en la presencia majestuosa de Edgardo Cozarinsky que lleva en su rostro y en su voz las huellas del padre de Andrés. La figura de Cozarinsky concentra en sí mismo un modo de hacer cine (y literatura) y una manera de vivir en la que Andrés se refleja. El homenaje a Edgardo y a su mirada y a su voz no solo deja entrever el cariño y el afecto, tanto personal como profesional que Di Tella le profesa sino que tal vez, la elección de su figura sea también pueda ser considerada como una especie de “padre” profesional. El cine de Edgardo es el espejo brillante e inteligente en el que Ficción privada se refleja.

La película empieza con fotos que deambulan por las calles de Buenos Aires llevadas por la mano del director. Estas fotos son de desconocidos y son gérmenes de relatos posibles. ¿Qué se cuenta de esas imágenes? ¿Cuáles son los relatos que de ellas se desprenden? ¿Cómo darle a esas imágenes anónimas un sentido personal? ¿Qué se puede conjeturar a partir de esas imágenes? En este comienzo ya aparece Lola, la hija de Andrés (que va a atravesar toda la película) y sus voces hipotetizan relatos acerca de lo que ven. Esos relatos son pequeñas ficciones que de algún modo reponen la vitalidad que las fotos han perdido. Es interesante este concepto de ficción, poder pensarla como aquello que suma “vida” a las narraciones, aquello que las hace viajar, aquello que no puede ni debe pensarse desde los conceptos estrechos de verdad o falsedad. La ficción como uno de los modos en los que la pulsión de vida es posible. Y en esta vitalidad la memoria, el recuerdo, las afectividades, el tiempo y el espacio son centrales. ¿Cómo se piensa una “vida”? ¿Cómo se da cuenta de ella? ¿Cómo se relata, como se conforma una narración a partir de la propia subjetividad? Quizá esta sea la película más ficcional de Di Tella, mas apartada de los condicionamientos de los documentales y también la película más moderna, más cercana en el tiempo; donde los materiales con los que trabaja se muestran, se interceptan, se reflejan y se actualizan. La “ficción” en este caso se autodenomina privada -como todas las ficciones- pero deviene lentamente pública al proponerle al espectador, como en una especie de sesión psicoanalítica, pensar el relato de la vida que se vuelve espejo y reflejo de la propia experiencia vital. La privacidad de esa ficción tiene visos de universalidad al atravesar los temas que nos involucran a todos; los padres, el amor, los hijos, los recorridos, los afectos. Temas que elije Di Tella o que es elegido por ellos, narrar un mundo que siempre es sensible y afectivo, dejando en los márgenes aquella realidad que por cruda o cruel o realista no se deja incluir.

Si en muchos documentales la estrategia es el distanciamiento, en este caso es el modo “diletiano” es el acercamiento, de(s)velar misterios y perderse en ellos. El actor que lee las cartas de Torcuato aparece en el cementerio, recorriéndolo, transitándolo en una bella secuencia fantasmática. Ese cementerio cercano y reconocible es el laberinto de la memoria, donde la vida y la muerte se entremezclan y se seducen. Allí, donde el juego de espejos y reflejos en trenes que van y vienen conectando y desconectando espacios, en actores que leen experiencias ajenas mientras transitan las propias, en hijos que se reflejan en los rostros desdibujados de los padres, en fantasmas que se desnudan en cartas manuscritas, en letras que se vuelven ilegibles por el paso del tiempo; allí en esos márgenes, en esas zonas fronterizas aparece el archivo del director, ofreciéndonos una película entrañable y sensible.

FICCIÓN PRIVADA
Ficción privada. Argentina, 2019.
Guion y Dirección: Andrés Di Tella. Fotografía: Juan Renau. Edición: Valeria Racioppi. Diseño de sonido: Guido Berenblum. Música: Sami Buccella. Productor/es: Gema Juárez Allen, Alejandra Grinschpun.. Compañía productora: Gema Films. Duración en minutos: 78 minutos.