Fermín

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Con la frente marchita

La fusión de tiempos pasados y coloridos con un presente gris y deslucido no le encuentran el tono adecuado a Fermín, película que busca ubicar en primer plano al tango desde el minuto 1 hasta los créditos finales y que a veces pareciese un institucional for export para explotar esa mística que envuelve al baile del 2x4. Pero como indica el título, el protagonista de esta historia es Fermín Turdera (Héctor Alterio para el presente y Luciano Cáceres para el pasado), un anciano internado en un neuropsiquiátrico decrépito que solamente se comunica con el entorno repitiendo títulos o letras de tango, algo que sabe de hace mucho tiempo su nieta Eva (Antonella Costa), quien va a visitarlo de vez en cuando y que además se gana la vida como bailarina de tango y profesora de alumnos principiantes.

La particular manera de comunicarse de Fermín es el detonante que llama la atención del flamante e ingresado al establecimiento doctor Ezequiel (Gastón Pauls) y el pretexto para conectar al espectador mediante flashbacks prolongados con las vivencias del protagonista (amores, traiciones, tragedias) en tres tiempos pasados que forzadamente mezclan los aires tangueros con referencias a la dictadura en un mismo nivel que hacen colapsar la psiquis de Fermín.

A modo de simetría y como parte de la estrategia del guión para establecer un paralelismo entre Ezequiel y Fermín, la culpa de un padre ausente y la ausencia de un padre sin culpa se dan la mano y bailan un tango, aunque uno camina hacia el costado de la nostalgia y el otro tropieza con su propio rencor.

No obstante lo que se transmite en la película de Hernán Findling y Oliver Kolker, donde los actores convocados realmente hacen lo que pueden, es una profunda desconexión y falta de criterio desde el punto de vista conceptual. Son ráfagas de buenas intenciones y escasas ideas que chocan de manera constante, aunque los tangos y el costumbrismo apunten siempre hacia otro lugar.

Fermín no es un film que carezca de sensibilidad pero sí que hace del sentimentalismo su arma de doble filo y ese es su principal defecto y su carta de presentación, que lo hermana desafortunadamente con un cine argentino ya caduco.