Fermín

Crítica de Hugo Fernando Sánchez - Tiempo Argentino

Tango que me hiciste bien

Héctor Alterio interpreta a un hombre internado en un psiquiátrico que establece una particular relación con el médico nuevo (Pauls). Ambos compartirán su amor por el 2x4.

Fermín fue un tanguero de ley, de esos que no dudaban de enfrentar al peligro en una milonga, que sabían conducir a una mujer en la pista, un poco calavera y muy amigo de sus amigos en una Buenos Aires descripta como una ciudad cuyo perfil está definido por la "música ciudadana".
Y así como el western es el género cinematográfico por excelencia, creado y definido a partir de las reglas del cine, los directores Hernán Findling y Oliver Kolker se plantearon y hay que decir que lograron presentar un espacio similar con el tango, tomado como un subgénero del melodrama con compadritos, pasiones desaforadas, traiciones y destinos marcados para toda la vida.
En ese sentido Fermín es un inteligente envase para el tango como producto de consumo mundial, con un relato que dosifica coreografías –tanto tradicionales como variados firuletes– para contar la vida de Fermín Turdera (Héctor Alterio), internado en un psiquiátrico en el último tramo de su vida y que solo se comunica a través de versos de tango y su terapeuta, el doctor Ezequiel Kaufman (Gastón Pauls), un idealista que se interesa por el protagonista y a través de su nieta Eva (Antonella Costa) inicia una investigación sobre el pasado de Fermín para encontrar las causas de su estado.
A partir de este triángulo el relato apela a extensos flashbacks que saltan a la Buenos Aires de la década del 40, con un Fermín joven (Luciano Cáceres) y amigo de Ciempiés (interpretado por Oliver Kolker y ya mayor, por Emilio Disi). Allí se revela una faceta oscura del protagonista que se conectará décadas después, cuando su hijo desaparezca en la última dictadura y él se encierre casi para siempre. Y el círculo se cerrará con la relación padre-hijo que entabla con su médico, un vínculo que en definitiva los ayudará a ambos.
Con todo su cálculo y más allá de algunos excesos de sus protagonistas, Fermín es una película honesta, una historia que trae al presente ese universo tanguero que parece tan lejano, un objetivo que parece simple pero que tiene contadísimos ejemplos dignos en el cine.