Fermín

Crítica de Amadeo Lukas - Revista Veintitrés

Recuerdos de un compadrito

Tanguera, evocativa y entrañable, Fermín ofrece alternativas y condimentos que mantienen el interés a lo largo de todo su metraje, logrando además convocar a la emoción. Debut cinematográfico del tándem compuesto por Oliver Kolker y Hernán Findling, el film narra una historia que atraviesa varias décadas y tiene como hilo conductor al personaje del título, un Fermín algo despótico, que de respetado compadrito en los años ’40 pasará a ser un solitario anciano recluido en un errático centro de salud mental. El film se ubica de entrada en ambos espacios temporales: en el hospicio, un joven médico busca desentrañar el misterio del comportamiento del protagonista en los arrabales de aquellos tiempos, la época de oro del tango. De a poco la trama irá revisando las controvertidas vivencias de ese guapo milonguero atormentado por un amor no correspondido, que sojuzga a causa de ello a la mujer que sí lo ama y a su descendencia.

Con algunos recursos narrativos logrados, como ese perturbado Fermín que se expresa sólo con letras de tango, y una atrayente pintura de las milongas actuales y pretéritas, la película progresa y acrecienta su emotividad. Un par de decisiones de casting no demasiado acertadas no desmerecen el muy buen desempeño del elenco, con el regreso de Héctor Alterio y un Emilio Disi notable, fuera de registro.