Feriado

Crítica de Pablo Raimondi - Clarín

En búsqueda de la identidad

Dos jóvenes enfrentan un deseo homosexual oculto. Actos y reflejos en un Ecuador clasista, con crisis bancaria.

Un mundo de cabeza, visto desde la terraza de un edificio, imágenes invertidas, en alusión a una ciudad que está patas para arriba, pero que en realidad se va a pique. También es otra mirada, la de un chico de 16 años que se siente distinto a sus amigos. Y deberá descifrarlo. Enfrentarlo como pueda.

El Quito (Ecuador) de 1999 está al borde del estallido social con una crisis bancaria inevitable. Pero alguien parece ajeno. El es Juampi (el argentino Juan Pablo Arregui), un rubiecito de aspecto frágil y buen pasar económico que reprime sus deseos y palabras. Sólo habla a través de sus melancólicos ojos. Se siente enjaulado en la hacienda de su tío Jorge, adonde es llevado para festejar el carnaval.

El protagonista -muy bien guiado en la dirección actoral por el debutante Diego Araujo- conoce a Juano (Diego Andrés Paredes), su contracara: él es morocho, recio y fornido, vive una realidad áspera, austera en un taller mecánico, mira fijo y -como buen fanático del metal- siempre viste de negro.

Un hecho violento, donde se retrata la prepotencia clasista de una sociedad intolerante, hará que Juampi y Juano crucen sus caminos. Y allí comenzará el seguimiento y amistad de los jóvenes, quienes parecen aislados del caos danzante en Quito y alrededores.

Feriado es una película de reflejos, donde el paisaje andino contrasta con una ciudad sitiada, entre sonidos black metal (los nacionales Naagrum o los noruegos de Satyricon), blanco sobre negro de dos amigos en plan intimista.

Los planos quirúrgicos de la piel, lentos travellings por sobre la humanidad, exagera el deseo oculto, ese roce prohibido frente a una conservadora sociedad ecuatoriana. Sea al borde de un río encañonado o en las alturas de la ciudad en plena oscuridad, Juampi está al acecho para dar el zarpazo de su liberación sexual. Funcione o no, él encontrará su identidad.