Fenómenos paranormales 2

Crítica de Iván Steinhardt - El rincón del cinéfilo

¡Ufa!

Bueno, está bien. Pero siempre me toca a mí, viejo. Además ya lo expliqué muchas veces. ¿Cuántas veces tendrá el lector que leer (y yo escribir) esto del “Proyecto Blairwitch” (1999) como antecedente de las películas de archivo encontrado y todos los etcéteras?

Para los que no tengan la desgracia de recordar la primera, “Fenómenos paranormales” (2011), dirigida por los sobrevalorados The Vicious Brothers (la dupla Colin Minihan - Stuart Ortiz), contaba la historia de un equipo de producción que para buscar material para un reality show sobre fantasmas y apariciones, se meten en un hospital abandonado con rumores de estar supuestamente maldito o algo así. Ciertos los rumores, muertos los personajes.

Como hacerla costó un millón de dólares y recaudó x veces más, era de esperar que parieran otra lo cual ocurrió al año siguiente. Obviamente no nos íbamos a salvar acá porque por la plata baila el mono. Es así.

No conformes con el hecho de justificar una secuela basada sólo en el éxito de taquilla, ambos guionistas (esta vez no dirigen) comienzan con un montaje de gente hablando de la primera parte, de lo buena que fue y lo mucho que se asustaron, incluido un empleado de video club. Entonces… si a todo este grupo de personas les gustó, ahí tenemos más.

Fíjese que uno de estos entrevistados anda con ganas de conectarse con la gente que realizó la primera parte e investigar “de verdad” sobre el hospital. Es el lugar maldito donde murieron todos los que iban a filmar un reality, un lugar maldito en el que ahora quiere filmar este pibe para ver si el lugar está realmente maldito. ¿Me sigue? Bueno, No importa.

Esta patética justificación sirve como excusa para repetir casi con exactitud la fórmula de la anterior, convirtiendo a “Fenómenos Paranormales 2” en la remake más rápida de la historia.

Las pocas diferencias respecto de la de hace dos años están: en el reparto, aunque por ahí aparece alguno del viejo elenco, nunca se sabe; y en una mayor capacidad para confundir con el montaje o con el espástico manejo de cámara. Tanto es así que los pocos encuadres reales parecen accidentales y sirven para que el espectador descanse la vista y sepa al menos a quién se escabecha el fantasmita de turno.

El elenco parece saber de qué se trata esto e intenta darle espontaneidad a una propuesta que vive precisamente de eso: un registro realista propio de cualquier edición de Gran Hermano, aunque claro… algo de guión había en aquel caso.

Lo poco que funcione se deberá exclusivamente a la inmensa generosidad de los espectadores que tengan ganas de hacer valer el precio de la entrada. El resto se pegará una tremenda siesta, lo cual no sería incoherente considerando que hasta el fantasma del afiche parece estar bostezando.