Favula

Crítica de Diego Lerer - Micropsia

En cierto modo, FAVULA transcurre adentro de una pecera, una suerte de mundo-cine donde el principio y el fin es la imagen y donde los acontecimientos son formas que cobran vida casi de manera mágica. En un sentido, es un poema musical experimental o una obra vanguardista plagada de figuras en movimiento. Hay una historia en ella, sí, pero si bien es central a la hora de entender las complejidades de la propuesta, no es lo primero que salta a la vista. Lo que impacta es la construcción de, bueno, de una “fábula” negra, de una historia de villanos, víctimas y peripecias, pero en un territorio al que, llegado el caso, podríamos comparar con la versión más artesanal y radical de las SIN CITY, de Robert Rodríguez: el mundo desarmado, rearmado y convertido en cine.

Si P3ND3J05 era una síntesis remixada de todo el cine anterior de cineasta de Ituzaingó, FAVULA avanza más allá en la propuesta. Sigue la idea de la composición musical como un todo que organiza el relato y sus ciclos, pero desaparecen dos cosas que siempre fueron centrales en el cine de Perrone: los diálogos (que ya brillaban bastante por su ausencia en la anterior y hoy se han convertido en algo… raro) y el territorio en tanto espacio físico concreto y “real”. FAVULA transcurre en un mundo de fantasía, de pesadillas, transforma la realidad en un cuento horrorífico más cercano al cine de Guy Maddin que a cualquier tratado sociológico/histórico de la Argentina.

favula2Es que la película habla, en su construcción plagada de violencia, secuestros y apropiación de personas de una realidad que se ha tratado mil veces en el cine argentino. Pero nunca así, nunca atreviéndose a ir tan lejos para tocar tan cerca. Los diálogos son hoy juegos de palabras, las figuras visuales se reiteran a la manera de un mantra, el clima oprime como si uno estuviera visitando una casa de fantasmas: FAVULA es un ovni, parece un objeto encontrado en el garage de un hombre que dejó unas raras latas de película abandonadas en los años 30.

Creería que el propio David Lynch se impresionaría viendo la potencia de las imágenes de este filme, de la misma manera en que ya lo hizo su hoy muy público admirador Apichatpong Weerasethakul, con cuyo cineFAVULA coquetea en esa construcción boscosa y penetrante, en ese negro que nunca es solo negro. Aquí, el surrealismo de los ’20, Jean Vigo y Georges Melies conviven con Leos Carax, Raya Martin y las sombras chinescas.

Hay algo de FAVULA que remite al juego infantil, con sus fondos falsos, su escenografía simple, sus trucos de prestidigitador de esquina, que logra hipnotizar al espectador con sus pases de magia. Y su cuenta de brujas y ogros, de perseguidores y perseguidos, remiten también al más siniestro juego de títeres, como si Perrone hubiera querido crear con mínimos elementos un mundo de pesadilla muy distante del creado hasta ahora en su cine.

favula locarnoEl paso del Perrone director al Perrone director/editor es importante. Hoy, “El Perro” arma sus películas más en la posproducción que en el rodaje. Ahí, como un experimentado VJ/DJ, deforma lo previamente creado y deconstruye su cuento para transformarlo en otra cosa. En este caso, en un cuento gótico más cercano a un concierto de Cabaret Voltaire o del más insidioso grupo de música industrial, aunque siempre con el toque cumbiero local.

Perrone sigue y seguirá experimentando. Ya tiene más películas en camino y no parece querer abandonar la ruta elegida. Sus fantasmas cinematográficos pueden viajar a un bosque, a otros países, a otras provincias, andar en skate o nadar en el río, pueden multiplicarse y desaparecer: Perrone los hace vivir mil vidas, entrar y salir, esfumarse y reaparecer cual demiurgo que sabe que hoy hay que ir más lejos que la pintura de la realidad cotidiana. FAVULA –y todo el cine de Perrone post P3ND3J05— es un intento de transmitir una realidad interior, una que vive tanto en el afuera como en el adentro, en eso en lo que el mundo se transforma cuando nuestra propia imaginación, nuestra propia “locura”, lo convierte en otra cosa.