Fase 7

Crítica de Verónica Escalante - Leedor.com

Fase 7 remite indefectiblemente a Los paranoicos aquella película aparecida en 2008 y dirigida por Gabriel Medina. En aquella oportunidad Nicolás Goldbart participaba como guionista, ahora escribe y dirige esta nueva propuesta. La referencia se expande más allá de este dato y también de la repetición de la lograda pareja protagónica (Jazmín Stuart y Daniel Hendler) porque los une una patología (la paranoia, personal o generalizada) y el tema de los vínculos interpersonales, los miedos y la desconfianza que provoca la existencia, la mirada de los otros.

La película tiene además una serie de guiños a cierta serie de films de géneros diversos que cualquier cinéfilo no tardará en reconocer. Resulta evidente, por ejemplo, la relación con las españolas REC y La comunidad por la acción que transcurre en un edificio clausurado con sus habitantes dentro, un lugar seguro y familiar que se transforma en un sitio extraño, peligroso o siniestro.

Coco (Daniel Hendler) y Pipi (Jazmín Stuart), desde la ternura y la banalidad de sus apodos, representan un matrimonio tipo que vive inmerso en su realidad cotidiana de compras en el supermercado y peleas conyugales inútiles. Esta tranquilidad pronto se ve derrumbada por acontecimientos externos que los invade. Una advertencia telefónica de la madre de Coco y una noticia televisiva (¡Qué raro los medios cundiendo el pánico!) los alerta sobre un virus que se expande a pasos agigantados sobre la población mundial. La actitud al principio es de total incredulidad pero un caso en el edificio que los obliga a entrar en cuarentena y una teoría conspirativa sostenida por Horacio (Yayo), el más paranoico entre los paranoicos, los obliga (más bien lo obliga a Coco porque Pipi casi siempre se mantiene al margen y desconoce casi todo lo que va transcurriendo en los pasillos del edificio) a entrar en acción y a defenderse de sus vecinos que son vistos como enemigos. A partir de allí se desata el delirio, la película se vuelve loca.

Lo que comienza como una comedia liviana se va transformando en cine de acción con visos apocalípticos. Altas dosis de humor negro, tiros, violencia y rasgos primordiales de la ciencia ficción se combinan para lograr un buen producto que, si bien decae un poco al promediar la película, resulta en todo momento atractivo quizá porque indaga una vertiente poco transitada en el cine nacional.

A medida que la violencia va ganando espacio en la historia se revelan (y rebelan) los personajes: Hendler, que parecía que iba a actuar de Hendler, deviene en héroe ridículo y exagerado,: Luppi, que parecía que iba a actuar de Luppi, se convierte en un asesino sin escrúpulos. Yayo merece una mención especial porque se adueña de los momentos de comicidad, porque hace una dupla excelente con Hendler y porque demuestra que hay vida inteligente después de Tinelli. Gran trabajo del director en la elección de los actores.

Destacamos especialmente dos aspectos de Fase 7. En primer lugar, la construcción de una Buenos Aires paranoica, deformada e irreal que sin embargo nos trae reminiscencias de aquel 2009 cuando la gente hacía cola en las farmacias para comprar barbijos y alcohol en gel. La primera escena, cuando se desata la locura por el abastecimiento y la gente corre por las calles con los changuitos mientras lo protagonistas circulan como si nada pasara, está muy bien lograda. Estamos y no estamos en Buenos Aires. Poéticamente nos remite a la Buenos Aires nevada de El Eternauta o a esa Buenos Aires de ensueño de los cuentos de Borges.

De todas las características de la ciencia ficción que podemos encontrar en la película, la posibilidad de que el espectador pueda extraer una idea, una crítica o una concepción de un mundo posible (atroz, desfigurado, individualista y cruel) es su mayor acierto.

Fase 7 nos deja pensando en lo extremadamente violenta y paranoica que está Buenos Aires, no esa, la de ficción, sino la que transitamos diariamente., en la gente (mucha gente) que sueña con la utopía de la huída hacia las sierras y en lo indiferentes e individualistas que poco a poco nos podemos ir volviendo.