Fantasma de Buenos Aires

Crítica de Jorge Bernárdez - Subjetiva

Gira mágica y misteriosa

Las reglas hay que cumplirlas: si uno compra un Gremlin mejor no darle de comer después de las doce de la noche y alejarlo del agua, si hay un tiburón blanco cerca de un pueblo en los primeros días del verano mejor cerrar las playas, o si viene una niebla tenebrosa mejor quedarse encerrado en casa. Tomás y sus amigos rompen varias reglas en el comienzo de Fantasma de Buenos aires, una de ellas es no romper la copa con la que se intenta hacer contacto con un espíritu, porque de esa manera el espíritu quedará encerrado en la habitación.

El guapo Canaveri era el más taita entre los taitas de Palermo, bocón, canchero, peleador, su china lo quería y su grupo de amigos lo seguía, buscando su respeto, sobre todo uno, bajito, embrollón y medio gil que pedía que lo llamen Ventarrón pero al que su Canaveri llamaba Ventolina. Canevari es el fantasma que invocan sin querer el grupo de jóvenes que juegan a la copa y es quien le va a pedir a Tomás meterse en su cuerpo. De ahí en más, el guapo y Tomás empezarán una travesía por Buenos Aires: uno en busca de su pasado el otro, aunque no lo sepa de entrada, en busca del amor.

El guapo Canevari no ha pasado a la historia más allá de la foto en una vieja enciclopedia donde aparece junto a Ventarrón y sus amigos. Canevari se entera de que Gardel, ese gordito que cantaba folklore, triunfó y que aquel amigo que trataba con sorna tiene un tango dedicado a su memoria: Ventarrón.

Con buen ritmo, gags bien aplicados y convicciones acerca de cómo contar una historia fantástica, Fantasma… es una más que interesante opera prima de Guillermo Grillo, que además logra desmarcarse de lo que suele ser la marca en el orillo de las películas que salen de los directores que han pasado por la Universidad del Cine, institución que se jugó a producir esta comedia fantástica que esperamos que abra un nuevo camino.

En el comienzo Grillo le agradece a Manuel por haber querido ver esta película hecha y está bien, no está de mas agradecerle a Manuel Antín que se ve que hizo todo lo que estuvo a su alcance para que Fantasma de Buenos Aires llegue a la pantalla. Vale la pena salir de gira con Tomás y el guapo Canevari y ver como uno cierra el circulo de su historia y el otro encuentra valor para iniciar la suya.