Familia

Crítica de María Paula Putrueli - Funcinema

TODO FORZADO Y MONÓTONO

Toda la provocación e interés que logró Edgardo Castro con La noche se vuelve rutinaria, monótona e irrelevante en su última película, Familia, donde nuevamente se calza el traje de director, guionista y protagonista. No hay aquí una polémica productiva ni tampoco un genuino atractivo en el nuevo andamiaje narrativo y estético que plantea.

En un híbrido entre falso documental y video casero familiar, Castro se toma todo el tiempo del mundo en mostrarnos un viaje, su viaje, hacia Comodoro Rivadavia, cita obligada en casa de sus padres para pasar las fiestas navideñas. Los primeros veinte minutos, aún sin ningún diálogo presente, parecieran ser un prólogo seductor que antecede a un relato potente. Lamentablemente, muere en la mera intención, ya que todo lo que sigue nunca sale del estancamiento y bordea el bostezo.

Lo que se va desplegando es una muestra de la intimidad de la familia Castro, que no es más que un padre sordo; una madre fanática de las novelas; una hermana que parece más la mujer que ayuda en la familia y no una integrante del clan; y el resto de los hermanos y sobrinos, que llegarán sólo para la secuencia final de la cena navideña propiamente dicha. Ese vistazo nunca transmite intensidad y energía, sino una particular sensación de pereza en la realización y la acumulación de ideas.

Entre planos eternos que no aportan nada, diálogos forzados en busca de una comedia absurda, personajes con los que es imposible empatizar y una narrativa cinematográfica muy alejada de lo que se pretende, el relato de Familia se hace eterno y absolutamente olvidable.