Familia peligrosa

Crítica de Soledad Velasco - La mirada indiscreta

MUCHO RUIDO Y NINGUNA NUEZ

Si la familia es peligrosa, la película ni se diga. Pone en riesgo la capacidad de volver a reírte jamás y genera un pensamiento residual de por qué financian películas que no funcionan, de por qué Scorsese se decide a producirlo (es uno de nueve productores), de cómo De Niro acepta interpretar al protagonista, de en qué momento Tommy Lee Jones se involucra en ese papel tan escuálido, pero en fin, la única que puede ser comprendida es Michelle Pfeiffer que está hace años Casada con la mafia (Married to the Mob, Jonathan Demme, 1988) y no le debe quedar otra. Es peligroso que grandes del cine se embarquen en proyectos que desde el guión fallan. Y si le tenían fe, podrían haberse arrepentido cuando la editaron y la vieron… ¿no se arrepintieron? Quizás es todo un hermoso negocio que puede más que el arte de hacer una buena película.

Familia peligrosa está basada en la novela Malavita del escritor Tonino Benacquista. El argumento del film es muy sencillo. Una familia de mafiosos integrada por Giovani Manzoni o Fred Blake (Robert De Niro), Maggie (Michelle Pfeiffer), Belle (Dianna Agron) y Warren (John D’Leo) llega a un pueblito de Normandía escondiéndose de la mafia que busca venganza (catalizador privilegiado de las películas gangsteriles). Los protege un agente del FBI, interpretado por Tommy Lee Jones, en una especie de plan de protección a testigos. Tienen que pasar desapercibidos para que no los descubran, pero como no son una familia muy normal -la violencia es su único mecanismo de entablar relaciones sociales-, el tranquilo y ordenado pueblo francés, se revoluciona. Mientras tanto Giovani encuentra una máquina de escribir y para entretenerse escribe sus memorias.

Hay dos mecanismos estructurantes en el film que no funcionan para sostener la película dramáticamente ni para hacernos reír. Por un lado, el lema que mueve la película hacia delante es “si alguien hace algo que no te gusta, la mejor venganza es la violencia desmedida, cuando no, la muerte”. Es gracioso una vez, es gracioso como un gag entrelazado en una trama, pero no es gracioso como motor único de la acción. Por el otro, el ejercicio de citar o satirizar ya sea escenas o elementos de otras películas de gangsters, a pesar de que ha funcionado anteriormente, en este caso, no saca más que una sonrisa.

Si pensamos en la estructura de la película, vemos que cuando comienza instala una problemática que tiene que ver con la necesidad de esconderse en una nueva ciudad, huyendo de la mafia. Esa situación, que es la que debería sostener la tensión dramática a lo largo del film, recién reaparece al final cuando una pista concreta le permite a la mafia ubicarlos en Normandía. En el corazón de la película, lo que vemos son las peripecias y los caprichos de cada miembro de la familia y realmente se torna muy aburrido. Si no hay tensión dramática, tiene que aparecer la comicidad para sostener la película, pero ninguna de las dos termina de aflorar.

El tránsito por la normalidad de esta familia, que no es normal para nosotros, pero seguramente para la subjetividad de una familia de la mafia, es de lo más parecido a una “familia unita”, hace que se salte de género constantemente pero, otra vez, sin éxito. Pasar del gángster a la película romántica (las escenas de Belle con su profesor de matemáticas son para llevar la bolsa de dormir al cine), al drama existencialista de Gio escribiendo sus “Mémoires”, a la comedia del absurdo, al policial negro (todos los mafiosos con tapado y sombrero negro bajando del tren con el famosísimo tema de Gorillaz, “Clint Eastwood”), termina por ser una ensalada variada pero poco nutritiva.

Besson acierta en usar los estereotipos de la mafia italiana, hacer una sátira al género, poner en escena a De Niro para hacer lo que sabe hacer, que está muy bien, crear gags aceptables, una violencia digna de ver, pero la película como totalidad no funciona. Lamentablemente, el todo es más que la suma de las partes.