Familia peligrosa

Crítica de Roger Koza - La Voz del Interior

Los mafiosos perfectos

Si se trata de mafia y de grandes negocios, la delación es una conducta reiterada; es la lógica de todo sistema cuya deidad visible es el dinero. La tribuna cinéfila dice que Scorsese, en El lobo de Wall Street, un filme sobre la delación, volvió con todo. En una escena de Familia peligrosa, una comedia (violenta más que negra) de mafiosos, Robert De Niro, un delator que vive escapando con su familia, tiene que dar una conferencia sobre Buenos muchachos, otro filme de Scorsese, protagonizado, entre otros, por De Niro. Es más que una coincidencia.

El mafioso Blake, su mujer (la bellísima Michel Pfeiffer), sus dos hijos y el perro van de un país a otro. Están en un programa de protección al testigo y un policía (Tommy Lee Jones) tiene que asegurar su seguridad. Desde una prisión en Estados Unidos, un mafioso dirige: la traición se paga con sangre.

Los Blake, en esta ocasión, se esconden en Normandía. Besson explota cómicamente las diferencias culturales entre franceses y estadounidenses: pretenciosos, cultos e inútiles los primeros, ignorantes, hábiles y pragmáticos los segundos. Los hijos de Blake van al secundario, y allí también aprenderán, primero a los golpes y después golpeando, la singularidad de pertenecer al país de la hamburguesas. Por su parte, la patrona de la casa, además de ocuparse de la vida doméstica y arrojar alguna que otra bomba en un supermercado, va a la iglesia. A su vez, Blake ha descubierto su talento para la escritura; escribir sus memorias es un acto de conocimiento. El asesinato puede ser un estilo de vida, pero los Blake son una familia, el valor supremo de nuestra sociedad.

El maridaje entre lo cómico y lo violento nunca funciona. Demasiado sadismo para ilustrar los dones de Blake, demasiada previsibilidad para que los gags sean efectivos. Cinematográficamente, lo mejor pasa por el viaje de un papel de diario que llegará de Normandía a Nueva York y que le dará un giro al relato. Besson ostenta algún gesto de estilo en varios falsos raccords ampulosos: el sonido de un disparo se confunde con el golpe de una tecla de una máquina de escribir o un tiro con la explosión de una llanta. Y también se pretende cinéfilo al citar con un póster a Tati y con un filme que no se verá a Minnelli.

La fascinación por la mafia y el goce obsceno de su felicidad liberada de las constricciones de la ley alcanza en este nuevo filme de Luc Besson (Un asesino perfecto, El quinto elemento) su expresión humanista. Después de todo, el mundo les pertenece.