Fama

Crítica de Ricardo Ottone - Subjetiva

Filosofía barata y artistas de plástico

Fama, el film original de 1980, fue un éxito rotundo cuya estela produjo una también exitosa serie de televisión, una vendedora banda de sonido, y un musical que conoció varios reestrenos. Alan Parker, su director, es un especialista en films musicales. Ya venia de hacer Bugsy Malone y posteriormente realizaría Pink Floyd the Wall, The Commintments y Evita. Parker tuvo éxitos y fracasos, films logrados y otros que no, y nunca fue un favorito de la crítica. Se le han achacado muchas cosas, entre ellas su estética publicitaria (su origen, de hecho, era la publicidad), pero si hay algo que reconocerle es su capacidad para hacer creíbles situaciones y personajes aun dentro del más puro artificio, lograr que uno sienta cercanos a esos protagonistas y a que uno le importe lo que les pasa. Y también el merito de no haber tenido miedo (por lo menos en su primera etapa) a situaciones adultas y momentos duros, baste recordar la aspereza de algunos pasajes de Expreso de medianoche o ciertas imágenes escabrosas de The Wall. Y en aquel Fama versión ‘80, bastante de ello se apreciaba. Eso no sucede en absoluto en esta remake pasteurizada donde la impostura es indisimulable, la falsedad evidente y la chatura irremontable.

Fama versión 09 retoma la estructura de su predecesora escalonando el relato de un grupo de estudiantes de una escuela de artes escénicas de Nueva York en audiciones, años de cursada y graduación, y recrea varias de sus escenas más recordadas como las audiciones de la primera parte que servían para presentar a los personajes o la famosa escena del baile en salón comedor. Los personajes son y no son los mismos, inspirados e identificables con aquellos, sus historias varían en gran parte, sus nombres son cambiados y sobre todo se los despoja de casi toda su densidad. Y esa es la constante de esta reversión. El film de Parker apostaba a mostrar entre los momentos de más brillo otros más oscuros como la violación de la hermana de uno de los estudiantes (que no se mostraba pero se anticipaba de un modo bastante ominoso) y verdaderos conflictos como la discriminación racial y de clase o como la represión y las dudas sobre su propia sexualidad. Aquí los conflictos no pasan de peleas con los padres que quieren direccionar la carrera artística de sus hijos, encuentros con inescrupulosos que se aprovechan de las ilusiones o problemas de timidez y dificultades para soltarse. El único personaje que tiene una historia más sórdida, como la muerte de su hermana menor en un tiroteo (años atrás), simplemente expone el tema en clase en una escena de muy poca intensidad.

Se podría que se trata de una actualización, pero esta lo es solo en los términos de aggiornar la historia a la escena musical de hoy. Aggiornar en términos de lo que la industria musical quiere vender, o sea hip hop, RnB y pop plastificado de artistas prefabricados. El director Kevin Tanchaoren, también tiene una historia en los musicales, donde su currículum más notable se compone de realitys para MTV, conciertos de Britney Spears y programas sobre las Pussycat Dolls, así que imagínense por donde pasa la cosa.

Si en este verdadero retroceso no queda más que superficialidad, no por eso se privan de sembrar todo el film con frases presuntamente trascendentes de los profesores, que parecen inspiradas en realitys como American Idol o suenan a manual de autoayuda, y que contienen la mayoría de los lugares comunes del aspirante a artista: no renunciar a los sueños, entregarse por entero, creer en uno mismo, y un largo etcétera, resultando en un hibrido a la manera de un musical de Disney con aspiraciones.