Falklinas

Crítica de Diego Brodersen - Página 12

Parte del presente para iluminar el pasado

El realizador de "Algo fayó" entrelaza aquí varias historias de vida relacionadas con la cotidianeidad de 1982: la del futbolista Osvaldo Ardiles con la del periodista Andrew Graham-Yooll, entre otros.

En pocos meses más se cumplirán cuarenta años del desembarco de las tropas argentinas en las Islas Malvinas. El número redondo, ese recordatorio con poderes especiales, vino acompañado de varios proyectos documentales, entre otros el ya estrenado ensayo 1982, notable trabajo de guion y montaje de Lucas Gallo elaborado a partir de material televisivo de archivo. El caso de Falklinas, de Santiago García Isler, cuyo título hibrida los dos nombres oficiales de las islas del Atlántico Sur, parte del presente para intentar iluminar el pasado y viceversa, a partir de los relatos de cinco personas que, de una u otra manera, estuvieron “en el lugar exacto y en el momento justo, o todo lo contrario”, según la definición del realizador, responsable de otros títulos documentales como Algo fayó, sobre el historietista argentino Pablo Fayó. En el comienzo, las imágenes de un grupo de atareadas hormigas ocupa la pantalla, mientras la voz del actor Damián Dreizik explica los alcances de un experimento entomológico y su posible extrapolación a los seres humanos en circunstancias excepcionales.

Andrew Graham-Yooll, editor en jefe del periódico Buenos Aires Herald durante tres décadas, es la primera de las personalidades destacadas por Falklinas. Es la propia voz del periodista, nacido en Argentina y fallecido hace dos años, la que detalla su exilio en 1976, el regreso incógnito durante los años de plomo, su trabajo en diarios británicos durante la Guerra de Malvinas. Otro periodista, de origen inglés, Simon Winchester fue enviado por sus jefes del diario The Sunday Times para cubrir los eventos en las islas del sur; sospechado de actividades espías, fue detenido y debió pasar tres meses encarcelado en Ushuaia. García Isler rápidamente entrelaza esas dos historias de vida con las tres restantes: la del futbolista Osvaldo Ardiles, estrella del Tottenham Hotspur londinense durante los meses de la contienda, el argentino Rafael Wollmann, único fotógrafo profesional presente en Puerto Argentino-Stanley durante la madrugada del 2 de abril, y Laura Mc Coy, joven malvinense con ansias de libertad, presente de conflictos amorosos y destino trágico, tal vez la única de las cinco historias no basada en la realidad histórica.

Santiago García Isler crea un flujo narrativo que salta de una historia a las otras con cierta lógica fáctica, apoyado en una serie de “separadores” animados creados por el historietista Rep, pero lo que más parece interesarle es la recreación de una sensación de época y sus reverberaciones en tiempo presente. Las esquirlas de una bomba que estalló hace cuatro décadas, pero que aún hoy continúan cayendo del cielo. El relato de Wollman de la noche y la mañana de la rendición, las reflexiones de Ardiles ante una situación compleja en términos humanos y futbolísticos (“nunca jugué tan mal como en esos partidos durante la guerra”) y la descripción de Winchester de las semanas pasadas en confinamiento tejen una red de recuerdos de una era particular en un país que, como recuerda el realizador a través de la voz de Dreizik, pasó de llenar la plaza con protestas por la situación económica y social a, tres días después, vitorear a Galtieri con loas patrióticas.