Extraños en la noche

Crítica de Rosa Gronda - El Litoral

Tacones, misterios y baladas

Esta flamante comedia con destellos musicales, románticos y policiales se conecta -a su manera posmoderna- con esa pretérita edad de oro del “cine argentino de teléfono blanco”, que producía abundantes títulos de contenido rosa, frívolo y sofisticado.

En el caso de “Extraños en la noche” podría hablarse de un cine equivalente pero con “tacones lujosos y estilizados”, en busca de un persistente estilo glamoroso.

Siguiendo la línea de referentes descollantes como Pedro Almodóvar, Woody Allen y Blake Edwards, entre otros, la película de Alejandro Montiel intenta hacer pie en el humor y los enredos típicos del género comedia, logrando algunos apreciables momentos en ese sentido, para abrir posteriormente una subtrama de suspenso que -en su caso- no llega a conectarse totalmente y resulta algo forzada.

Glamour, humor y cinefilia

Torres y Zylberberg conforman una pareja simpática: Martín y Sol, dos enamorados acechados por apremios económicos. Ambos son músicos talentosos pero se ganan la vida presentándose en hoteles de cinco estrellas, actuando para turistas y empresarios no demasiado interesados en su espectáculo. La presentación inicial, con el actor arrancando aterciopeladas melodías al piano y ella cantando sensualmente, apoyada en el instrumento como si fuera un sofá, homenajea la escena más recordada de “Los fabulosos Baker Boys”, aportando a la larga serie de citas cinematográficas que contiene la película desde su mismo inicio, con una viñeta de animación como la que precede a “Un disparo en la oscuridad”, la comedia clásica que Edwards realizó a inicios de los sesenta. Asimismo, cuando por vueltas de tuerca del guión, la película se desdobla en una suerte de thriller, la pareja recordará a los detectives amateurs encarnados por Woody Allen y Diane Keaton en “Misterioso asesinato en Manhattan”.

Además de la ductilidad de la joven para la comedia y los gags histriónicos de Torres, aportan al humor las participaciones de Daniel Rabinovich y Betiana Blum como los padres de Martín.

La música funciona siempre como síntesis y hasta incluye una especie de videoclip en el que Diego Torres estrena una balada pop con su característica energía pum para arriba.

Saltos y réplicas

El énfasis está intencionalmente puesto en la forma (el cómo) de una propuesta que hace de la superficialidad y la ligereza todo un culto. Para ello, la película recorre ambiciosamente los estereotipos y los clichés, pero le cuesta articular las distintas vertientes.

En brillante papel celofán, se presenta una trama liviana a pesar de sus múltiples géneros que circulan sin amalgamarse en una historia que fluye irregular entre polos distintos. Como policial, no busca acentuar el horror ni las miserias sociales, alejándose en ese sentido del filme noire. Se parece, eso sí, a una parodia de las novelas de enigma a lo Agatha Christie, donde los asesinatos transcurren -casi sin sangre- en lugares refinados y suntuosos.

“Extraños en la noche” es un experimento híbrido que esencialmente se inclina por el encanto de una comedia romántica que sigue las peripecias de la pareja protagónica en el devenir de cómo superar obstáculos y dificultades. La dupla de cantantes resolverá sus problemas adaptándose a lo que inicialmente desprecian. Así, Martín y Sol irán desde el lugar de perdedores hacia la felicidad y el éxito, siguiendo los consejos de uno de los personajes más risibles, el interpretado por Fabián Vena, como un exótico manager de músicos con refinado olfato para los negocios.

A esta altura, es necesario recordar que tanto el director como la actriz principal (Alejandro Montiel y Julieta Zylberberg) provienen del cine independiente, con una trayectoria destacada, particularmente en el caso de ella (“La niña santa”, “La mirada invisible”). Y con esta película ambos dan un salto hacia lo masivo, semejándose a los personajes principales, que aspiran integrar calidad con aspiraciones comerciales.