Extraños en la noche

Crítica de Adolfo C. Martinez - La Nación

El film de Alejandro Montiel ofrece la posibilidad de divertirse sin muchas pretensiones

Casarse joven tiene sus ventajas, entre ellas la posibilidad de que la pareja logre transitar por un largo camino, que se conserve el fuego del romanticismo y se tome esa unión como una apasionante aventura. Este ejemplo se grafica en Martín y Sol, siempre dispuestos a vivir cada día como una nueva bendición del cielo, aunque a veces el destino les juegue una mala pasada. El es un músico de formación académica que espera ganar dinero con sus composiciones, en tanto que Sol desea triunfar como líder de una banda de rock. Sin embargo, y por el momento, ninguno de los dos está satisfecho con los trabajos que consiguen. La vida, llena de caprichos, parece querer desviarlos de sus sueños. A un paso de firmar un ansiado contrato para cantar en una banda que hará una gira por el exterior, ella recibe con sorpresa la noticia de su embarazo y, paralelamente, Martín queda sin empleo y pierde su valioso piano en manos de un afinador. Con tantos sucesos desalentadores, Sol no halla la manera de comunicarle a Martín su embarazo, y para postergar ese momento se concentrará en descifrar el supuesto crimen de un misterioso vecino. El marido no está convencido de las sospechas de su mujer, pero ante su insistencia ambos se convierten en una divertida pareja de detectives amateurs que buscan pistas mientras tratan de resolver su vida cotidiana.

Relato sin duda simpático y amable, el film recorre las aventuras de este matrimonio. El director Alejandro Montiel logró, sobre la base de un guión tan pícaro como entretenido, un relato que ofrece la posibilidad de divertirse sin muchas pretensiones, de ver a Diego Torres -que ofrece una cordial imagen de ese Martín dispuesto a secundar a su esposa en la investigación de un delito de dudosa autoría- y de descubrir las buenas condiciones de comediante de Julieta Zylberberg. A ellos se suman, en breves apariciones, Betiana Blum y Daniel Ravinovich, que refuerzan un elenco siempre dispuesto a brindar la cordialidad pedida por sus respectivos personajes. La impecable fotografía, la acertada dirección de arte y la música -con atractivos ritmos- suman puntos a este film que acierta en su propósito: contar una historia simpática con una moraleja que se descubre hacia el final.