Extrañas apariciones 2

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Un parámetro inicial, justo de apreciación y análisis, del filme podría ser lo sucedido cuando el jefe me pidió…. (reconstruyo el diálogo)

Jefe: - Héctor, hace vos la crítica de “Extrañas apariciones 2”

Yo: - Pero jefe, no la vi. (juro que no quería eludir el trabajo)

Jefe: - Sí la viste, cuando yo fui a ver otra porque ya la había visto. Es esa de la familia que se muda a una casa en el campo y hay fantasmas de esclavos…

Yo: ¡Ah si! es verdad.

La razón de que esta situación sea interesante es que se encuadra en lo que particularmente denomino la existencia de tres tipos de películas: 1) las muy buenas, 2) las muy malas 3) las otras, las del montón

De las dos primeras categorías no te olvidas nunca, claro que por distintas razones. ¿Quién está dedicado a esta tarea se puede olvidar de “El Padrino” (1972), o quién que haya visto “Adiós abuelo” (1996) se podrá olvidar alguna vez de semejante esperpento?

En el caso que me ocupa estamos frente a la tercera variable: es mala sin lugar a dudas. Pero ¿cuáles son las falencias? Salvo la dirección de fotografía, que si bien cumple con todos los requisitos para ser calificada como un gran cliché del género por su manufactura, se salva del incendio. El resto no sólo es un gran catalogo de lugares comunes ya harto vistos, sino que se le agrega lo desprolijo de su realización desde el mismo guión, como los mínimo diálogos insufribles, y esto sin detenernos ahora en la construcción de la historia y los personajes. Diseño de sonido con la intención del sobresalto por irrupción a partir de la elevación del volumen; desde la estética, la funcionalidad de apariciones y fantasmas sólo con reservas técnicas que ya no sorprenden a nadie,; el maquillaje más cerca de filmes paródicos del género que de una producción seria (ojala hubiese tomado el camino satírico).

Todos típicos trucos. Montaje acelerado, por momentos sin diseño alguno, que parece estar al servicio de un nerviosismo que nunca se apodera del relato; luces centellantes, que intentan enceguecer a los concurrentes, (lastima no haberlo logrado); ruidos y más ruidos con ignorancia de la fuente de los mismos, lo que intentan ser sonidos angustiosos sin lograr inquietar a nadie.

Otra variable de ingreso al filme es su leyenda de inicio: “basada en hechos reales”, el axioma se cumple a la perfección, cuando dice eso no le creas nada.

Claro que algo de verdad siempre tienen, en este caso se puede decir que hubo esclavos negros en el gran país del norte. ¿Hubo? Hay casas de campo abandonadas y muy baratas. ¿Otra cosa? ¡Ah si!, hay idiotas todavía que cuando algo los asusta en vez de alejarse se acercan.

Una vieja justificación de esta producción estaría dada por la boletería, siendo presentada como una secuela de "The Haunting in Connecticut" (2009), que tuvo buena repercusión. ¡Vaya uno a saber a causa de qué ahora apuntaría sólo a la recaudación..

¿De qué va la historia?

Al poco tiempo de mudarse a Connecticut una pareja se entera que su hija tiene amigos invisibles, que en realidad eran personas cuya existencia fue real, y comienzan a proliferar los encuentros misteriosos con personas que nadie más que ella parece ver, algunas almas buenas, pero otras no.

El pavor se adueña de la pareja cuando ellos mismos son espectadores privilegiados de excepcionales sucesos alrededor de la casa, que contribuyen con elementos de lo que podría ser un turbador enigma que se ha mantenido en secreto durante más de un centenar de años.

El punto es que toda esta construcción de los primeros minutos se desarma cuando el espectador se entera que madre e hija poseen ese don, o sea le han mentido, sólo que la madre se lo niega, pero para hacérselo recordar aparece la hermana que también es portadora de la misma “des-gracia”.

Por si todo esto no alcanzara, hay dos elementos que ayudan a terminar de enterrar en el olvido este producto: uno hasta perdonable, las actuaciones de todo el casting, por ejemplo ver al padre abriendo una puerta hacia el sótano diciendo “tengo un hacha”, ni él se lo cree. La segunda, casi imperdonable, es el tema de los esclavos, nuevamente de boga en las oficinas de los productores de Hollywood: unos para ganar dinero, éste es caso, y otros además estatuillas de la Academia.