Éxodo: la última marea

Crítica de Diego Brodersen - Página 12

"Exodo – la última marea": ciencia-ficción post apocalíptica

El relato remite a sagas influyentes como "Mad Max" y a otros títulos menos populares, como la masacrada en su momento y hoy reivindicada "Waterworld". 

Éxodo – La última marea es un ejemplar contemporáneo de lo que solía llamarse despectivamente un “europudding”. Coproducción entre Suiza y Alemania, dirigida por un suizo y protagonizada por un elenco multinacional encabezado por la francesa Nora Arnezeder (Lily en El ejército de los muertos), la película es además la segunda producción del rey del cine catástrofe, el germano-estadounidense Roland Emmerich (Día de la independencia, El día después de mañana), junto al realizador Tim Fehlbaum. La parrafada de títulos, nombres y nacionalidades viene a cuento ya que Éxodo (cuyo nombre original Tides refiere a las mareas, aunque también es conocida en ciertos países como The Colony) no es una superproducción de Hollywood, aunque se le parezca bastante. El hecho de estar hablada en gran medida en inglés señala sus ambiciones de producto internacional, práctica recurrente desde los tiempos de los espagueti westerns y otros films de género europeos que optaban por el idioma de Shakespeare para venderse en la mayor cantidad de mercados posibles.

La clave aquí es la ciencia ficción. Una placa al inicio anticipa que, cuando la Tierra terminó volviéndose inhabitable luego del cambio climático, las pandemias y la guerra (¡glup!), la clase dominante escapó para instalarse en el planeta Kepler 209. No hay referencia al año exacto, pero lo cierto es que el ambiente del nuevo hábitat pone un freno a la fertilidad de hombres y mujeres, por lo que un par de generaciones más tarde del exilio son enviadas un par de misiones para ver qué anda pasando en el viejo mundo, con la esperanza de volver a habitarlo y evitar así la extinción total. Hacia allí viaja Blake (Arnezeder) con dos colegas, pero a poco de pisar la arena de una playa son sorprendidos por una bruma gruesa como una tela y un grupo de “nativos” que someten a los astronautas y destruyen parte del equipamiento técnico, indispensable para comunicarse con Kepler. Los primeros treinta minutos de Éxodo – La última marea, los mejores de todo el film, aúnan las ansiedades filosóficas sobre el futuro con la posibilidad de la aventura y la acción.

Ejemplar canónico de sci-fi post apocalíptico, el relato remite a sagas influyentes como Mad Max, en particular Furia en el camino, y a otros títulos menos populares como la masacrada en su momento y hoy reivindicada Waterworld. Blake descubre la existencia de dos clases sociales bien delimitadas: los “salvajes” que habitan en la periferia y aquellos que los explotan salvajemente, secuestrando a las niñas para educarlas en una cultura que parecía olvidada en la Tierra (las referencias veladas al nazismo no son casuales). Hay varias revelaciones inesperadas, mientras la cosmonauta transformada en heroína debe optar entre el sometimiento al statu quo o el camino de la rebeldía. Nada nuevo bajo los infinitos soles del universo, pero Éxodo se las arregla para ofrecer una historia relativamente poco original como si fuera la primera vez, con chispazos de acción que no pretenden romper todo en pantalla y transformando los inhóspitos parajes del Mar de Frisia, en el norte de Alemania, en el marco ideal para una historia de supervivencia futurista.