Evil dead: el despertar

Crítica de Matías Gelpi - Funcinema

LA PREGUNTA SOBRE EL MIEDO

Tiendo a la respuesta corta e ingeniosa. Es un mecanismo de defensa, un rasgo de personalidad o una bananeada sin sustento, pero es algo que hago y que sirve para salir airoso de unas cuántas situaciones sociales. Pero para responder la pregunta sobre el miedo, siento que tengo que elaborar un poco más.

Personas de toda índole, cercanas y no tanto, que no son público del cine de terror, alguna vez me han llegado a preguntar por qué miro eso que produce, cuanto menos, sensaciones negativas, por no decir ganas de llorar y votar a Milei. Puede llegar a ser una pregunta difícil de responder, en principio porque no lo sé, y luego porque, que no se enojen mis interlocutores, es lo mismo que preguntar a alguien que fuma por qué lo hace si sabe que es un hábito molesto y potencialmente mortal, y también es probable que la respuesta sea más bien simple, cualquier cosa que hacemos porque nos gusta le gana a la racionalidad y a cualquier lista de aburridos argumentos en contra. La cuestión es que, luego de los explosivos 97 minutos de Evil dead: El despertar (en adelante, y para olvidarnos del subtítulo genérico, sólo la llamaremos Evil dead), me vi obligado a preguntarme, “¿por qué te hacés esto? ¿Por qué no quedarse en casa a rever Spiderman o algo así?”. Por primera vez en décadas que no salía del cine tan exaltado y nervioso, desde que vi por primera vez El exorcista, creo que fue en 2001 ó 2002, una noche lluviosa en el centro de Tandil.

A ver si puedo articularlo mejor. Esta última iteración de la franquicia de Evil dead es el resultado de 40 años de pulir una fórmula única que podemos decir que, a nivel argumental, cambia un poco en la tercera parte, El ejército de las tinieblas (1992), pero que siempre se ha movido en los límites de la comedia, el terror cósmico lovecraftiano, el cine de terror juvenil norteamericano y el gore. De todos toma prestado, pero construye algo propio siempre, de tal forma que hay una estética Evil dead, un montaje Evil dead (que Raimi ha utilizado muchas veces, recordar el nacimiento del Doctor Octopus en Spiderman 2) y lo más importante, hay una puesta en escena Evil dead.

Todo esto se mantiene pero está pulido a la perfección en esta quinta iteración. Tiene la intensidad de la remake de 2013 (película de Fede Alvarez que defendemos y amamos desde siempre) pero nos da lugar a la risa nerviosa y medio cínica de la película original de Raimi; tiene el diseño brutal de los monstruos de la 2 y la 3 y hasta se permite un héroe canchero a lo Bruce Campbell, sin llegar a ese nivel de histrionismo y locura por supuesto. Y si me preguntan, podría decir que es una película de encierro carpenteriana, y hasta tiene cosas de La cosa valga la redundancia. También hay un uso exagerado de motosierra y sangre a montones si no, no sería Evil dead.

En resumen, esta película es una experiencia aterradora y absolutamente disfrutable, nadie podría acusarla de abusar de los jumpscare porque con ella la vida es un jumpscare. Hasta ahora la mejor manera que encontré para describirla es, piensen en la imagen más aterradora que recuerden que hayan visto, alguna de El exorcista o Hereditary, o piensen en la psiquis del “Gato” Gaudio. Evil dead es eso mismo, pero por 97 minutos sin parar. Que el terror elevado y Ari Aster la saquen del ángulo.