Evil dead: el despertar

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

Luego de la ya mítica trilogía original de Sam Raimi con Bruce Campbell, conformada por The Evil Dead: Diabólico (1981), Evil Dead II: Noche alucinante (1987) y Evil Dead III: El ejército de las tinieblas (1992); y de la remake Posesión infernal (Evil Dead) que el uruguayo Fede Alvarez estrenó en 2013, llega esta nueva entrega de la franquicia ahora escrita y dirigida por Lee Cronin (The Hole in the Ground), quien concibió un ejercicio de gore puro y duro, tan limitado en sus horizontes como eficaz en su concreción.

La trilogía original de Evil Dead, rodada con más ingenio que presupuesto, se ha convertido en objeto de culto por parte de varias generaciones de adoradores del género de terror. Hace exactamente una década (se estrenó en abril de 2013), se produjo el primer reciclaje de la franquicia con Fede Alvarez al mando y ahora es el turno de esta propuesta que no pasará a la historia por su originalidad, pero tampoco por mancillar la veneración que existe por la saga.

En esta quinta entrega se produce en determinado momento un sismo en el centro de Los Angeles y dentro de un crater que se abre en un decadente edificio próximo a ser demolido un adolescente encuentra El Libro de los Muertos junto a unas grabaciones en vinilo de 1923 en el que un clérigo advierte sobre las fuerzas malignas que se pueden desatar si se abre ese Necronomicón. Pero el muchacho no puede con su curiosidad y así comienza un baño de sangre de enormes dimensiones y proporciones.

Y eso (el splatter) es lo único que verdaderamente importa en Evil Dead: El despertar, ya que más allá de las referencias, citas, homenajes, guiños e ironías respecto de la historia de la saga, los personajes, conflictos y actuaciones son más bien elementales. Pero vayamos al planteo inicial, como para dar una idea de la excusa argumental: Ellie (Alyssa Sutherland), una mujer abandonada por su marido, cría a sus tres hijos: Bridget (Gabrielle Echols), Danny (Morgan Davies) y Kassie (Nell Fisher). Un día aparece sin aviso en la puerta del departamento Beth (Lily Sullivan), hermana menor de Ellie que es una experta en guitarras, muchos desprecian con el término de groupie y acaba de descubrir que está embarazada. Como podrán inferir tenemos a cuatro mujeres entre los cinco personajes principales porque -va quedando claro- son tiempos de protagonismo y empoderamiento femeninos también dentro del cine de terror.

Cronin, en su doble función de guionista y director, no es demasiado sutil en exponer las diversas facetas de los personajes, pero junto al diseñador Nick Bassett y el director de fotografía Dave Garbett logran crear y sostener la tensión durante la hora y media de relato. La profusión de efectos visuales no solo no conspira sino que le da cierta espectacularidad a una propuesta en principio bastante claustrofóbica, ya que buena parte de la narración transcurre dentro del departamento, en los pasillos, el ascensor o el estacionamiento del desatartalado edificio con escenas que incluyen tijeras, cuchillos, vidrios, elementos punzantes varios y -como verán en la foto que ilustra esta reseña- hasta una motosierra. Sí, todo servido entonces para un festival de la vertiente más explítica e impactante del género de terror.