Esto no es un golpe

Crítica de Germán Morales - Proyector Fantasma

La vuelta de la democracia en 1983 significó una toma de conciencia para gran parte del pueblo argentino. La sangrienta dictadura que empezó en 1976 resignificó la famosa frase “golpear la puerta de los cuarteles”, que antes era visto por cierto sector de la sociedad civil como una necesidad de “reordenamiento”, y que luego de 1983 sería el recuerdo de algo siniestro e indeseable.

En ese contexto es importante traer al presente los hechos ocurridos en el alzamiento carapintada de 1987 que narra la película “Esto no es un golpe”. Porque muchos de los que vivieron esa época todavía lo recuerdan, y es indispensable volver allí con la voz de los protagonistas, para resignificar esos días y discutir la imagen amarga de la interpretación posterior al discurso de Alfonsín. También como un juego de la historia que se arma, desarma, interpreta y reinterpreta, nadie es inocente en la recuperación de un acontecimiento tan determinante para la vida de los ciudadanos de una nación.

Y la mirada de Sergio Wolf no es inocente. El documental hace un minucioso trabajo y una ardua restauración de lo que ocurre en esos días, desde la motivación inicial de los carapintadas, las rutinas de Alfonsín, las internas políticas y militares, los juegos comunicacionales, el manejo de las masas, la defensa y la especulación de lo peor. Su material más destacado es el archivo de los medios de esos días, siempre manoseado y despreciado por las autoridades nacionales, aquí con una gran calidad y mucha precisión para seguir lo ocurrido, volviendo a una época en la cual los canales de televisión eran cinco e Internet era una red universitaria en Estados Unidos.

En “Esto no es un golpe” se hace el foco sobre el detrás de escena y eso ayuda a posarse desde una perspectiva diferente sobre el accionar de Raúl Alfonsín. Una figura un tanto venerada por ser el padre de la democracia, y otro tanto castigada por el final de su gobierno, y en particular, sobre el accionar en este caso. El film no justifica las consecuencias y las decisiones posteriores al alzamiento (la ley de obediencia debida), pero sí pone en contexto la dificultad y la capacidad de su gestión ante una amenaza concreta.

Y sin dudas, la figura de Aldo Rico toma relevancia por peso propio, sobre todo por las versiones cruzadas que genera el mismo argumento y por la fuerte personalidad del militar, con más de un momento incómodo dentro del trabajo, en el cual la versión de Rico quiere imponerse por la fuerza.

La película de Sergio Wolf se trata de un material histórico valioso, no solo para recordar esos días, sino para renovar el contrato social en torno a la recuperación de la democracia y, en especial, para revalorizar la figura de Raúl Alfonsín, un presidente un tanto castigado por el rumbo económico de su gestión, pero con una fuerte carga simbólica en varios aspectos. Como suele ocurrir en nuestra historia, es un presidente que genera múltiples interpretaciones según la ideología personal de cada uno y que deja la sensación de no haber sido lo suficientemente valorado. Pero las luchas de poder y la interpretación del momento son siempre más fuertes que cualquier valoración romántica posterior.