Esto no es un golpe

Crítica de Fernando G. Varea - Espacio Cine

DEL ROMPECABEZAS DE LA HISTORIA. Pareciera que para el cine argentino –tanto el de ficción como el documental– no hubo episodios demasiado interesantes entre la guerra en Malvinas de 1982 y la crisis de 2001: casi no hay películas que exploren o recreen hechos históricos ocurridos durante el alfonsinismo y el menemismo. Sólo por eso, Esto no es un golpe, del crítico, ensayista, guionista, documentalista y ex director artístico del BAFICI Sergio Wolf (codirector con Lorena Muñoz de Yo no sé qué me han hecho tus ojos, realizador de El color que cayó del cielo), resulta un proyecto saludable. Lo es, además, por devolver a la consideración pública la temeraria rebelión de un grupo de militares tres años y medio después de recuperada la democracia y unos meses después del Juicio a las Juntas.
El documental de Wolf tiene un valor histórico indudable, al reunir testimonios de ministros y representantes del gobierno apremiados para resolver aquél incidente institucional de abril de 1987 y rescatar datos algo diluidos en el tiempo, como las distintas leyes que fueron condicionando los juicios a los militares que habían atentado contra los derechos humanos durante la última dictadura. Permitir que podamos ver o rever imágenes como la del entonces joven juez de San Isidro, Alberto Piotti, enfrentando cara a cara a esos militares de actitud desafiante, o que Aldo Rico exprese –con su particular manera de hablar, entre prepotente, pícaro y nervioso– su opinión sobre lo sucedido, son méritos que se agradecen: en tiempos en que en la TV y en la web cualquier episodio de la Historia argentina es analizado liviana y burlonamente, Wolf se preocupa por desentrañar la madeja con paciencia, dejando que las diferentes declaraciones fluyan sin muchas interrupciones y recorriendo con la cámara los lugares de los hechos como buscando allí huellas, señales, sensaciones. Desde un punto de vista político, recordar el gesto del presidente Ricardo Alfonsín de pedirle a la gente reunida en Plaza de Mayo que lo esperen mientras se dirige a Campo de Mayo a solucionar el conflicto (partiendo en helicóptero desde el techo de la Casa Rosada), para finalmente volver y hablarles nuevamente con tono enérgico y expresiones tranquilizadoras, es un punto alto. Cuesta imaginar a De la Rúa o a Macri, por ejemplo, asumiendo una actitud similar.
Como en sus anteriores documentales, Wolf aparece conversando con sus interlocutores y ocasionalmente opinando sobre el material de archivo que va desplegando. No son intervenciones egocéntricas; sin embargo, a medida que va disponiendo las piezas sobre la mesa, Esto no es un golpe comienza a evidenciar algunos problemas. Por algún motivo el director desestimó registros de noticiarios televisivos y portadas de diarios de esos días (tal vez para que el sondeo de los acontecimientos no aparezca filtrado por el enfoque de los medios de comunicación o para no desviarse hacia el análisis de los mismos): sumado a eso la templanza con la que aquéllos funcionarios de la Unión Cívica Radical de los años ’80 dan su testimonio, el resultado aparece demasiado aplacado, transmitiendo sólo por momentos la agitación propia de esa convulsionada Semana Santa. Tampoco le interesó demasiado a Wolf detenerse en la vida cotidiana de los ciudadanos, por lo que el dramatismo depende casi únicamente de lo que cuentan o revelan los dirigentes políticos y militares. Así como la decisión de revivir la necesidad de Alfonsín de rezar antes de visitar Campo de Mayo transmite adecuadamente la angustia del entonces presidente en ese difícil momento, no hay elementos que permitan notar el estado de zozobra de argentinos anónimos, más allá de las imágenes del pueblo en la Plaza de Mayo.
Por otra parte, si bien es absolutamente respetable la intención de Wolf de reivindicar la figura de Alfonsín y de compartir las dudas que en su momento le generaron algunas de sus declaraciones (como el haberse referido a los soldados insubordinados como “héroes de la guerra de las Malvinas”), incomodan determinadas interpretaciones y omisiones. En dos ocasiones se lo ve a Alfonsín en el balcón de la Casa Rosada, frente a los numerosos manifestantes, acompañado de figuras del peronismo entonces opositor (otra situación que resultaría bastante improbable en estos tiempos), pero así como Wolf destaca que el PJ había propuesto una Ley de Amnistía en 1983 (y no está mal que lo recuerde), no parece darle suficiente relevancia al apoyo que dicho partido le brindaba al presidente en esas circunstancias. Cuando la gente le grita a Alfonsín que la rebelión carapintada “Es por el Punto Final” (en referencia a la ley que puso plazos para declarar), el director afirma en off que eran militantes de izquierda quienes lo decían, descartando la posibilidad de que también participaran de ese reclamo peronistas e incluso radicales. Y en los textos finales, al aludir a las leyes de indulto menciona a Carlos Menem, pero al informar que en 2003 se reabrieron los juicios a los represores elude el nombre de Néstor Kirchner.
Siendo irónicos, se diría que Esto no es un golpe podría haberse llamado La República (casi) perdida 3, ya que, más allá de algunas diferencias de estilo, parece continuar la línea ideológica de los documentales de Miguel Pérez que acompañaron el triunfo del alfonsinismo en los años ’80. Siendo justos, debe reconocerse que Wolf hizo un documental sobrio, provechosamente discutible, estimable para la revisión de nuestra Historia reciente.