Están todos bien

Crítica de Rocío González - Leedor.com

Frank Goode (Robert de Niro) se convierte en un ama de casa de los años cincuenta. No sólo debe limpiar y hacer las compras, sino que tras la muerte de su mujer, queda a cargo de mantener a la familia unida. Sus hijos (Kate Beckinsale, Sam Rockwell y Drew Barrymore) están desperdigados por todo el país y él trata de reunirlos en la mesa familiar. Pero todo sale mal. Ninguno puede llegar. Y entonces decide que si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma. En una suerte de road trip improvisado, Frank recorre el país para des-econtrarse con sus hijos.

El film de Kirk Jones pone todo el énfasis en la cuestión de la comunicación familiar. Cuán irónico que mientras Frank dedicó toda su vida a recubrir con PVC los cables que permiten las llamadas telefónicas (motivo por el cual tiene fibrosis pulmonar) para que sus hijos “triunfen”, hoy no pueda comunicarse con ellos. Por otro lado, sus hijos se mantienen comunicados entre sí para tratar de ocultarle que uno de sus hermanos está desaparecido en México.

No es la primera vez que vemos esta clase de films, aunque por lo general suelen aparecer cerca de la navidad, momento de reunión y reflexión familiar. A la vez que se nos muestran los conflictos entre padres e hijos, vemos los dilemas de cada integrante de la familia por encontrar su lugar en el mundo. Es el tipo de film que mezcla escenas de comicidad con otras de alto dramatismo (pensemos en The Family Stone, 2005). También Jodie Foster dirigió uno de estos films, Home for the holidays (1995) donde realmente salió más que airosa de la situación, con un elenco de estrellas impecable (Anne Bancroft, Charles Durning, Robert Downey Jr entre otros).

Ciertas temáticas se repiten (los hijos que tratan de complacer infructuosamente a los padres en absolutamente todo, los hijos exitosos, los hijos bohemios, los hijos heterosexuales y sus matrimonios, los hijos homosexuales y sus matrimonios, los hijos totalmente perdidos en su propio caos personal) pero al fin y al cabo, todos terminan estando bien. En el sentido de que todas estas luchas internas que hacen pensar a los padres que han fallado en su tarea de educadores, sólo ponen de manifiesto la imposibilidad de evitarles a quienes amamos que sufran y se equivoquen y crezcan.

En líneas generales es una película entretenida, emotiva, pero muy poco memorable. Dejando de lado que algunas cuestiones se resuelven de una manera un tanto surrealista (la anagnórisis de Frank respecto a la realidad de cada uno de sus hijos llega en la forma de una situación onírica) es un film muy lineal y bastante predecible, más bien dedicado a la generación de padres de los años cincuenta, aquellos que creían que sacrificar sus propios intereses en pos del de sus hijos era un boleto seguro a la felicidad.