Están todos bien

Crítica de Amadeo Lukas - Revista Veintitrés

Si bien la mención aparece recién en los créditos finales y ni siquiera está consignado en el afiche –doble despropósito- Están Todos Bien es una versión estadounidense (coproducida con Italia) de la película de Giuseppe Tornatore Stanno tutti bene. Protagonizada por el gran Marcello Mastroianni y con otra extraordinaria partitura de Ennio Morricone, fue una verdadera obra maestra de Tornatore que, como ha ocurrido antes (Fabricante de estrellas y La leyenda de 1900 no fueron valoradas en su real dimensión) y sigue ocurriendo ahora (con la excelente La desconocida), ha estado eclipsada por la joya emblemática Cinema Paradiso. Con todo ese recuerdo, era muy difícil que ese buen director que es Kirk Jones (El divino Ned) logre empalidecer las virtudes del film original, cosa que por otra parte ocurre con el noventa por ciento de las a veces inexplicables remakes norteamericanas.
De todas maneras Están Todos Bien, cuyo toque italiano en la producción sólo se vislumbra en la agradable música de Dario Marianelli, es un digno acercamiento al espíritu de aquél film, fundamentalmente porque la trama y la línea expresiva no pretenden emparentarse con la idiosincrasia familiera y extrovertida retratada por Tornatore. Jones se basa en la manera de ser del estadounidense, más sobrio con sus afectos y con una tradición familiar menos arraigada. Además le otorga al viudo y jubilado Frank una antigua tarea de manufacturador de cables, los mismos que acompañan sus viajes en tren y ómnibus por todo el país a la búsqueda de recomponer los lazos con sus distanciados hijos. En sus reencuentros descubrirá pequeñas o grandes tragedias que le eran ocultadas por ser un padre manipulador y proclive a la victimización. Él aún ve como niños a sus hijos adultos, y un tramo final profundamente emotivo le da un apropiado cierre a una comedia dramática que recupera a un gran actor como De Niro, acompañado por un elenco ajustado en el que se destaca Sam Rockwell.