Espíritus oscuros

Crítica de Jesús Rubio - La Voz del Interior

Nuevamente el problema de una película de terror norteamericana no reside en el desarrollo de la trama ni en la utilización de sus elementos, sino en la imposibilidad de hacer algo más con eso, algo que la saque de la mera fórmula industrial que cumple con un manejo prolijo del suspenso, buenas actuaciones y una atmósfera bien construida.

Espíritus oscuros, la película dirigida por Scott Cooper y producida por Guillermo del Toro, cumple con la cuota de profesionalismo y hace todo bien desde el aspecto técnico, pero ese ejercicio correcto de puesta en escena, incapaz de asumir algún riesgo, es también lo que la condena a ser una película más del montón.

Al comienzo vemos al niño Lucas (Jeremy T. Thomas) que le dice unas palabras enigmáticas a su padre, Frank Weaver (Scott Haze), antes de que este entre a una mina de carbón en un pueblo de Oregón. Frank y un compañero de trabajo escuchan un extraño ruido de adentro del túnel, en el que son atacados por una especie de monstruo gigantesco.

Semanas después, la maestra Julia (Keri Russell) observa el comportamiento retraído de Lucas en clase, y le llama la atención unos dibujos bastante raros del niño. Julia vive con su hermano Paul (Jesse Plemons), el sheriff del pueblo, a quien lo une un pasado culposo, en el que ella no supo cuidar de él cuando el padre y la madre de ambos murieron. El trauma de Julia nunca queda del todo claro, algo que a la película parece no importarle en explicar.

Cuando Julia empieza a seguir a Lucas, descubre cosas espeluznantes, como por ejemplo, que el menor tiene encerrados en una habitación a su hermano pequeño y a su padre, ya que el progenitor fue poseído por Wendigo, ese espíritu monstruoso y malévolo del folclore de las tribus Algonquin.

Todo lo que sucede en el pueblo (incluido los cadáveres devorados con saña caníbal) está cocido a fuego lento. El director construye una pausada narración que se centra en el comportamiento de sus personajes, con la adición obligatoria de golpes de efectos que ayudan a que el relato no decaiga, dando como resultado una suerte de thriller psicológico intimista enmarcado en el folk horror, en el que los mitos y leyendas de un pueblo cobran vida para aportarle terror a la historia.

Sin embargo, es justamente lo que el director hace con el género de terror folclórico y sobrenatural lo que no ayuda a que Espíritus oscuros sea una gran película, ya que no no dice nada nuevo de las mitologías y leyendas y de su repercusión en la vida de los habitantes de un lugar. El filme esboza una leve interpretación en clave fantástica del sistema tradicional de creencias del pueblo, pero se contenta con cerrar la historia en piloto automático, con posible continuación del mal.

Cooper no profundiza en el tema ni indaga en las consecuencias de los mitos populares cuando se hacen carne en la gente, y se limita a desarrollar un thriller atmosférico de ritmo pausado y pulso sostenible para cumplir con los requisitos del cine mainstream. Eso sí, Jesse Plemons y Keri Russell se desempeñan con convicción en sus roles, casi como si lo hicieran de taquito, ya que son dos grandes profesionales de la actuación.