Espiral: El juego del miedo continúa

Crítica de Maximiliano Curcio - Revista Cultural Siete Artes

Spin-off reinventado de modo excesivo e innecesario, se trata del noveno capítulo de la franquicia que llegara por primera vez a los cines en 2004, de la mano del malayo James Wan. Darren Lynn Bousman se coloca tras la silla de director, luego de hacer lo propio para las mejor logradas “Saw II” y “Saw III”. Un par de decisiones estéticas grotescas zanjan todo tipo de dudas respecto a que producto se no está ofreciendo. Una cabeza de cerdo que luce absurda y cierta pereza en la puesta en escena llaman poderosamente nuestra atención.

El gore y el misterio se confunden en esta nueva entrega, protagonizada por un Chris Rock que luce extrañado en un producto que se aleja de su rol de habitual comediante. Esta nueva versión de “El Juego del Miedo” acopia clichés de películas noventeras clase B. Un copycat killer anda suelto, dispuesto a someternos a la impotente contemplación de su más truculenta cámara de torturas. Somos voyeurs en primera fila. El anzuelo de métodos para infligir dolor que nunca falla.

Se nos convidan pistas a modo de rompecabezas que deberemos resolver. Las intenciones de congeniar una decente película detectivesca no pasan más allá del planteamiento. Las emociones se verán eclipsadas por una tensión fugaz. El uso del flashback de modo irrisorio acaba por sepultar nuestras esperanzas. Ni nueve vidas felinas ni novena sinfonía, esta enésima resurrección de la saga no amerita mayor trascendencia. Un vertiginoso descenso de calidad no anuncia mejores tiempos por venir. De todas formas, el siempre cool Sam Jackson aporta un rol de reparto decorativo que acaba por pagar la entrada.