Espías a escondidas

Crítica de Adolfo C. Martinez - La Nación

Cuando un malvado pone al mundo en peligro, Lance Sterling, el mejor superespía del mundo, decide asociarse con Walter, un adolescente capaz de inventar los artefactos más extraños para luchar contra el crimen. El objetivo de ambos es destruir el poder de ese siniestro asesino dispuesto a apoderarse de todo ser viviente de la Tierra, y así ambos pondrá en juego un astuto plan: Walter convertirá a Lance en paloma y el dúo comenzará a vivir una serie de aventuras y desventuras en las que, como en las historias de James Bond, veloces autos y complicadas fórmulas que fijan sus ojos en los malos de turno convierten a este dibujo animado en un sabroso plato lleno de acción y de suspenso.

En su debut como directores, Nick Bruno y Troy Quane apostaron a llevar a la pantalla una fórmula en la que nada falta para entretener a grandes y a chicos. Desde el momento en que aparece en escena el valiente espía hasta su sociedad y amistad con ese Walter al que le faltan habilidades sociales (que compensa con gran inteligencia e inventiva), la trama no desfallece hasta un inesperado final.

El film, presentado tanto con subtítulos como hablado en español, posee en el diseño de sus personajes y en los lugares que ellos recorren una gran calidad, apoyada por una música que realza la tarea de ese espía y de su compañero de alocadas andanzas.