Eso que nos enamora

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

Montada sobre la buena química de la pareja, y en especial, en una lograda interpretación de Paula Cancio, "Eso que nos enamora", de Federico Mordkowicz, es una simpática comedia dramática romántica que respeta los cánones del género sin esfuerzo. Una película de taquito, así podríamos definir a la ópera prima de Federico Mordkowicz, sin dudas.
Cada género tiene sus reglas y sus formas. Hay películas que se animan a ir a más, a fusionar géneros, a romper las reglas, a introducir elementos ajenos y hasta las que le escapan a cualquier encasillamiento. "Eso que nos enamora" es el opuesto, es una película conformista, no entendiéndose esto como necesariamente malo.
Pagamos para ver una comedia de tintes dramáticos, y mucho romance, y eso es lo que nos da, ni más, ni menos. No pidan originalidad, sí frescura. Ariel (Benjamín Rojas) se acaba de separar de su pareja (Sabrina Machi), aparentemente por su negativa a ser padre.
Atraviesa una etapa oscura y estancada de su vida. Tiene que irse a vivir con su primo (Carlos Portaluppi), que está a punto de inaugurar el sueño de su visa (o uno de ellos), montar un bar en su propia casa.
Ariel es arquitecto, pero trabaja como administrativo contable… por poco tiempo, su estado anímico le juega en contra y lo terminan despidiendo. Soltero y desempleado no le encuentra un rumbo a su vida, cerrado a la posibilidad de conocer un nuevo amor. En la inauguración del bar se cruza accidentalmente con un rubia despampanante (Paula Cancio), borracha, que básicamente se le mete en su dormitorio y amaga con tener sexo con él.
El destino sigue jugando sus cartas, y al día siguiente, Ariel vuelve a cruzarse con la rubia despampanante, que resulta ser Noemí, fotógrafa.
Pero esta niega todo contacto con él, y actúa de modo poco sociable. Por supuesto, "Eso que nos enamora" es la historia entre Ariel y Noemí, que se irá construyendo de a poco; con las insistencias de él, y la muralla de ella que de a poco se va cayendo.
Noemí quiere ganar una beca, y para eso, lo contrata a él como asistente, dando el primer paso de acercamiento. No hay sobresaltos aquí, ni nada que desvíe del camino tradicional; pero tampoco lo necesita. Casi que podríamos adivinar todo lo que sucederá a partir de los cinco minutos, pero nuevamente, no le juega en contra, porque desde el vamos, sabemos que esas serán las cartas a jugar, y por el contrario, cambiar eso, hasta sería traición.
Mordkowicz, que también se encargó del guion, construyó una serie de escenas bien logradas, un ritmo tranquilo pero continuo y siempre correcto, y una estructura de diálogo, que más allá de alguna frase de manual, apuesta a la naturalidad y se favorece. Hasta se da el lujo de procurar alguna escena con un elipsis muy simpática, similar a los clásicos de Richard Curtis.
Otro acierto es la creación de personajes, e incorporación de secundarios. Ariel es un personaje querible, tradicional, alejado del galán. Noemí tiene la dualidad de la dulzura, la locura, y esa sombra negra que habrá que desentrañar.
Portaluppi, Julián Kartún (alejado de su histrionismo clásico), Sofía Gonzáles Gil, Leticia Siciliani, y Barbie Funes, tienen en sus manos buenos secundarios, y el director les sabe dar el lugar para su lucimiento. Como en las buenas comedias románticas, los secundarios son el agregado fundamental. Rojas y Cancio tienen buena química, lo hacen creíble.
Rojas tiene un personaje alejado del galán medio chanta “allá Cris Morena” que aprovechaba su sonrisa pícara, convence y hasta se encarga de la banda sonora acorde; pero inevitable queda algo opacado por una Paula Cancio que es una bomba.
La española es mucho más que una mujer bella, es una actriz de carácter, de pisada fuerte; capaz de pasar de iluminar la pantalla con su sonrisa, a componer buenas escenas dramáticas, en segundos, y en todas transmite.
Sería normal que en este tipo de propuestas, los actores actúen bien, pero no deslumbren, Cancio lo logra, ella es lo mejor de la película desde su primera escena. Eso que nos enamora se sigue con una sonrisa, es amena, y consigue buenos momento dramáticos sin forzarlos.
Quizás la ópera prima de Federico Mordkowicz, no pase a la historia como el film romántico más memorable de la historia, pero consigue resultados más que nobles sin subestimar a su público.