Escuela trashumante

Crítica de Jorge Luis Fernández - Revista Veintitrés

En Huncal, Neuquén, Pedro, un maestro que en los setenta tuvo su calvario en un centro clandestino de detención, está armando las valijas para abandonar su puesto de dirección. La escuela nº 6, o Escuela Trashumante, le debe todo o casi: fundada en 1911, no consiguió que ninguno de sus estudiantes mapuches se graduara hasta su llegada desde la porteña Paternal, 26 años atrás.
Lo que muestra el documental es el modo de funcionamiento de esta escuela como anclaje de toda una comunidad. Aquí se debate todo, desde los paros hasta la redacción de una carta a prefectura por un robo de caballos, perpetrado, en apariencia, por vecinos chilenos. Quien queda a cargo de la dirección es una señora mapuche que supo aprender de Pedro, y hacia él vuelven todas las alabanzas.
La película se divide por los segmentos del año (incluyendo aquel en que cambian de establecimiento, de ahí la “trashumancia”), y hay pasajes de un registro conmovedor, como el que inicia la primavera, con las cabras dando a luz a sus crías. Pese a la parquedad del tono documental (o debido a esto), la película logra ser envolvente, con sus personajes inocentes, enternecedores, y la belleza del lugar.