Escuela normal

Crítica de Gustavo Castagna - Tiempo Argentino

Describir el mundo escolar

Tiene razón Celina Murga al expresar que su mirada al hacer un documental como Escuela normal no está tan lejos de los relatos de ficción de Ana y los otros y Un fin de semana solos, sus dos títulos anteriores.

Tiene razón debido a la forma en que se acerca a la escuela de su infancia y adolescencia en Entre Ríos, su provincia natal, buceando en interminables pasillos, aulas y ámbitos de enseñanza donde se entremezclan el saber y los problemas cotidianos, los derechos de los alumnos y las necesidades de los profesores, las indicaciones y preguntas de una inquieta preceptora y las inminentes elecciones del centro de estudiantes. Y allí está Murga observando cada uno de los rincones, valiéndose de vertiginosos planos secuencia para mostrar el constante movimiento y la energía que caracteriza al lugar.
A diferencia de Entre los muros de Laurent Cantet, la propuesta de Escuela normal no requiere de una "trama importante" en su afán por describir a un país a través de un ámbito educativo. La directora apunta –y vaya si lo logra – mirar al presente desde el instante, la fugacidad del momento, la tensión que provocan las elecciones internas de la escuela. En ese sentido, Escuela normal invita a la observación del detalle, a los primeros planos de alumnos con su actitud de sorpresa y resignación (sí, Celina Murga es una bienvenida heredera del corto Los mocosos y el largo La piel dura y de la secuencia de los títeres de Los 400 golpes, las tres de Francois Truffaut), al ocultamiento de la información antes del subrayado y el trazo grueso de tinte político y social. La coda final se juega por la emoción cuando al reunir a un grupo de veteranísimas alumnas de la escuela que cuentan algunas anécdotas y se animan a entonar el Himno a Sarmiento", que nunca resonó mejor como en las imágenes de Escuela normal.