Escobar: Paraiso perdido

Crítica de María Gabriela Losino - Cine y más...

Bajo las órdenes del debutante Andrea Di Stefano, consolidado actor italiano que participó en pocas producciones hollywoodenses como “Nine”, “Comer Rezar Amar” o “Una Aventura Extraordinaria”, Benicio Del Toro vuelve a ponerse en la piel de un controvertido personaje latinoamericano; en 2008 fue Ernesto “Che” Guevara (film en dos partes de Steven Soderbergh) y ahora Pablo Emilio Escobar Gaviria.

Vale aclarar que no es una biopic que se centra puramente en la historia del violento y peligroso narcotraficante colombiano sino que es un thriller sobre un joven surfista canadiense llamado Nick (Josh Hutcherson), quien allá por el año 1991 -es en ese año en el que se desarolla la trama-, se encuentra junto a su hermano Dylan (Brady Corbet) y su cuñada Anne (Ana Girardot) en Colombia disfrutando de sus playas y de olas perfectas, y con la intención de montar un negocio del rubro.

Allí, el protagonista conoce a María (Claudia Traisac), una muchacha que resulta ser la sobrina de Pablo Escobar. Claro, él, como muchos de los propios habitantes de ese país, y hasta la propia chica, que trabaja para él, ignora la parte oscura del negocio de su tío, quien es admirado por su pueblo debido a que parte del dinero generado de sus actividades criminales, construye casas, hospitales y colegios para los pobres.

Muy pocos sospechaban que fuera productor y traficante de cocaína, sobre todo porque, en aquel entonces, esa droga no estaba considerada como algo malo. En Colombia, Perú y Bolivia, la cocaína estaba considerada un medicamento. Sólo había que mascar las hojas para combatir la malaria o el resfriado.

Durante la primera hora de las dos que dura esta película muy bien realizada, Nick y María se enamoran perdidamente y todo parece ir muy bien, hasta que Nick entra en el círculo de Pablo y de su “familia”, la literal y la no, y comienza a trabajar con ellos.

Ya la segunda parte, las indirectas y las amenazas de sufrir ciertas consecuencias si el personaje de Hutcherson lo traiciona a Escobar (la escena juntos dentro del auto de Bonnie & Clyde lo dice todo) se tornan más realistas cuando el muchacho se enfrenta a un dilema personal sobre si llevar a cabo o no ciertas órdenes de este monstruo que, al mismo tiempo, ya había tomado la decisión de entregarse voluntariamente a prisión.

Más allá de que el papel de Del Toro queda en un segundo plano, Hutcherson realiza un gran trabajo; un rol muy convincente en el que despliega su talento como actor. La tensión se mantiene en todo momento (mucho más hacia el final en el que Nick lucha por su vida, huyendo de los sicarios de Escobar y de los policías corruptos) y el desarrollo de la historia de esta co-producción franco-belga-española, guionada por el propio Di Stefano, está muy bien estructurada.