Escobar: Paraiso perdido

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

El problema principal de ésta producción radica en el titulo dado por el nombre propio, que antecede a la metonimia relacionada con lo bíblico, es que la designación de Escobar dispara sobre el espectador un sinfín de interrogantes que el filme no desarrolla, ni el relato parece tener intención de hacerlo.

Si el designio primario era posicionar al personaje, que fuera el rey del narcotráfico en la década final del siglo XX, como otro hombre común con poder, con sus ambiciones y contradicciones, dar cuenta de la idea de Hannah Arendt, sobre la “banalidad del mal”, eso sólo se logra por la performance actoral de Benicio del Toro quien, encarnando al zar de la cocaína, se apodera de la pantalla cada vez que aparece, sin ser el personaje principal.

No lo es gracias al desarrollo del protagonista que puede establecerse ese parangón, en realidad, el verdadero “héroe” de la película es Nick, (Josh Hutcherson), un joven canadiense amante del surf, que cuando va a visitar a su hermano Dylan (Brady Corbet), cree haber encontrado el paraíso en Colombia.

Nick supone empezar a cumplir sus sueños, reafirmándose dicha ilusión, cuando conoce a María (Claudia Traisac), una joven asistente social.

Lo sublime ante sus ojos, son las playas de arena blanca, olas aptas para su deporte favorito, territorio plagado de mansas lagunas cristalinas.

Ambos se enamoran perdidamente, la realmente hermosa joven hace honor al paisaje. Todo parece perfecto hasta que conoce al tío de la joven, un tal Pablo Escobar, a quien lo ve por primera vez haciendo obras de bien público.

La historia está estructurada como un gran flash back, con rupturas temporales y paralelismos en ambas historias: la romántica, que termina teniendo el mayor peso, pero le hace perder contundencia desde lo narrativo, y la del descubrimiento de quién es en realidad el tío de quien, a esa altura del relato, es su esposa.

Hay una frase interesante que parecía empezar a desplegar otra variable de lectura, pero se queda en eso, en sólo una frase, cuando a Nick se le revela la verdadera identidad de Pablo, María le dice: …”Hace mucha caridad con lo obtenido, sólo se dedica a vender al mundo el producto nacional por excelencia”. Ergo, cocaína.

Lo que da por tierra con la supuesta ingenuidad del personaje femenino.

El guión es de una simpleza apabullante, se centra mayormente en un personaje que no tiene matices, la realidad que vive lo va llevando no hay conflicto, o al menos ni lo presenta ni se lo representa a partir de la actuación de actor yankee.

Mayormente cae en diálogos superfluos, deja de tener potencia, no atrapa pues lo interesante hubiese circulado por el desarrollo del patrón del mal. Sólo un par de pantallazos para mostrarlo como padre de familia, como un hombre que hasta puede ser cariñoso con su familia, haciendo alarde de todo su poder y fortuna, zoológico propio incluido, tratando de emular sin lograrlo al personaje de Don Corleone del filme “El Padrino” (1972).

Termina siendo una mirada muy europea de una realidad latinoamericana que el director parece desconocer, razón por la cual se justificaría dejar de lado el género del thriller y abocarse a la historia de amor. que había cometido el creador de cartel de la droga de Medellín, pero nada se decía de su entorno, específicamente de la esposa.

En ésta realización pasa exactamente lo mismo, la conyugue brilla por su ausencia.

Con la intención de ser justos con la producción, debería aclararse que todos los demás rubros cumplen con su cometido. El diseño de sonido va en la misma onda que las imágenes, que poseen un trabajo de arte minucioso, desde el vestuario hasta la fotografía, los escenarios naturales son un personaje más, pero al igual que los verdaderos, desaprovechados.

Lo dicho, constituido como relato casi clásico, el montaje hace lo propio para que el filme desde las formas y lo visto no aburran, pero como desde la primera secuencia ya sabemos el final, lo previsible se hace presente a cada instante y lo interesante nunca emerge.

La radiografía diseccionante de Pablo Escobar, ese ser humano al que se lo determina para la tranquilidad del resto de la humanidad como un monstruo, deberá esperar otra oportunidad.