Escobar: Paraiso perdido

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

Como un granito de arena más para aumentar el morbo, llega a las salas cinematográficas, "Escobar: Paraíso Perdido", ópera prima como director y guionista del actor italiano Andrea Di Stefano.
Oportunismo o mera casualidad, la película llega en medio de un “boom” de lo que ya se conoce como un subgénero en sí mismo “las narconovelas”; telenovelas realizadas en Colombia (u otra parte de América Latina), con la mirada puesta en Miami, centradas en la figura de algún “zar del narcotráfico”. Nuestro local Canal 9 se encuentra haciendo la comidilla hace ya dos años con ellas, introduciendo también programas periféricos que analizan los hechos reales y hacen investigaciones periodísticas de un rigor periodístico cercano a la revista Esto. La más conocida, "Escobar: El Patrón del mal".
Lo que se esperaba aquí es un verdadero salto a la pantalla grande, algo que adopte un grandilocuente estilo de narración cinematográfico, más aun teniendo a una figura de primer nivel como Benicio del Toro haciendo de la famosa figura. Sin embargo, desde los primeros minutos lo podemos advertir, "Escobar: Paraíso Perdido" será el capítulo de larga duración de una telenovela, con todos los clichés y reglas del género establecidas.
Podríamos decir que Pablo Escobar/Benicio del Toro no es el verdadero protagonista de la película; pero como en una buena telenovela, el villano termina siendo más seductor que la parejita protagónica.
El muchacho es Nick (Josh Hutcherson, que sigue y sigue perdiendo expresividad desde que dejó su buena etapa de actor infantil) un surfista canadiense que junto a un grupo tan libertino como inocente, se instala en Colombia con la idea de realizar un negocio playero que les permita vivir. Ahí, dónde el sol calienta, el agua salpica fuerte y las pieles se broncean, Nick conoce a María (Claudia Traisac), y el flechazo de la pasión es inmediato.
Pero hay un problema, María tiene una familia muy tradicionalista, y Nick debe ser presentado ante ella, sobre todo frente a su tío que parece ser quien maneja los hilos del clan. Por supuesto, el tío es Pablo Escobar.
Si hasta ese momento, el argumento se aferra a la fórmula del amor inocente y el tercero que irrumpirá en la relación de una u otra manera, lo que sigue será aún más previsible. Escobar vive en la opulencia, es una suerte de Bon vivant del cual la familia, o por lo menos su sobrina, parece desconocer los orígenes del dinero; Nick poco a poco entrará en ese mundo, vivirá el poder del tío (es la etapa en la que Pablo Escobar pretende obtener poder político y terminará entregándose a la justicia) y cuando quiera salir ya será tarde.
Hay algunos apuntes sobre la situación política y los sucios entramados entre el narcotráfico y el poder establecido de Colombia, pero todo tratado muy superficialmente y con la clara ideología de dejar en limpio a otros países en los que uno podría encontrar cierta complicidad en los hechos reales (aquí casi ni mencionados).
"Escobar; Paraíso Perdido", producción franco/belga/española/panameña, adolece de los mismos inconvenientes que otras tantas películas extranjeras sobre la política latina, anteponen su ideología y creencia sobre el film en sí. Podríamos compararla con las versiones de El Che hachas por Mar Shariff o por el propio del Toro, con el musical basado en la figura de Evita, o la historia de narcotráfico latino de Oliver Stone Salvajes. Hay un preconcepto de que en el ser latino se aguarda cierto espíritu corrupto encarnado, a diferencia del anglosajón más inocente o pragmático.
Pero aun dejando de lado un análisis sobre sus ideas, Paraíso Perdido pareciera un film de vuelo corto, si bien durante el segundo tramo hay algo de nervio y tensión, Di Stefano maneja todo a la altura de un telefilm, planos cortos y cercanos, ambiente altisonante, frases espetadas como si buscase expectativa antes de ir al corte.
Entre todo esto, la cinta se rescata por cierto ritmo que no decae, y por la actuación del actor de "Traffic" que se devora todo a su paso en una interpretación mimética aunque por momentos rayana también en cierta caricatura de villano (más responsabilidad de sus parlamentos que del actor).
"Paraíso perdido" será del gusto de quienes hace dos años se vienen sentado todas las noches a ver el nuevo capítulo de la narconovela y no se pierden ni un paso de la pseudo investigación de Marco. Más allá del ambiente cinematográfico, se ofrece el mismo material.