Esclavo de Dios

Crítica de Gustavo Castagna - Tiempo Argentino

Un thriller de los años '70

El director venezolano presenta la historia de un fundamentalista islámico que llega a Buenos Aires como integrante de una célula extremista. Con Vando Villamil.

Hipótesis de conflicto del film: un tercer atentado sucedería en Argentina, luego de los ocasionados en la Embajada de Israel y en la AMIA, a cargo de los enviados de Alá.
Hipótesis de Esclavo de dios: los fanatismos llevan a estas decisiones. Tesis de la película: el género policial en vertiente thriller años '60 y '70, al estilo Costa Gavras, sirve para contar una historia donde el acto terrorista quedaría en manos de Ahmed (Mohaammed Alkhaldi), que deberá ser impedido por David (Vando Villamil), agente del Mossad en Argentina.
El director venezolano Joel Novoa tiene pulso narrativo para describir un relato entre dos bandos en pugna, decidiendo no tomar partido alguno, metiendo la cámara en la preparación del hecho, la contemplación de los rituales y las idas y vueltas de una "ficción" que convive con lo "verídico".
En ese sentido, la fluidez de la narración encuentra su centro en el montaje paralelo y en las preguntas con pocas respuestas de los líderes de ambos bandos, obsesionados uno con el otro. En oposición, Esclavo de dios adolece de cierta dispersión argumental, dedicándose a acumular escenas que aligeran la tensión por la concreción del hecho.
Extraño film, sugerente en sus aspectos técnicos apoyados en una idea de coproducción repartida por cuatro, dedicada en su historia a describir la gran Historia a través de los códigos del thriller político. En ese punto es donde el film propondría un lugar para el debate, cuestión que se diluye con el correr de los minutos debido a sus decisiones genéricas, al elegir al "thriller" como necesidad imperiosa y provocar el desplazamiento de lo "político" y su correspondiente hipótesis de cuestionamiento.