Escape Room: sin salida

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Esta producción nos pone en el dilema de decidir sobre una definición, estamos frente a una filme del ¿Genero del terror? o frente a ¿la concepción del terror?, o simplemente es otro típico producto que se atribuye el derecho de “ser una degeneración del género.

Me inclino por la última, pero tampoco en esto es original, hay muchos ejemplos anteriores que entran en esa misma categoría.

Se puede decir que además de transitar por todo lo antedicho es, en tanto desarrollo, un catálogo de lugares comunes, pero de los peores clichés, sin dejar de pretender hacer un buen estofado mezclando el resto de las ensaladas.

Entonces podemos visualizar, o reconocer, otras tantas mediocres películas, o sagas, de ese estilo que apuntan a cautivar un público cada vez menos pretencioso. Entre ellas las sagas de “El juego del miedo”, “Destino final”, etc, siendo las mencionadas la columna vertebral de este relato. Ahora que lo pienso, una columna vertebral bifida y, utilizando la metáfora, se puede decir que nunca termina de definirse hacia dónde quiere ir, si mostrarnos que todos tenemos un destino final o que mientras estemos presentes sigamos participando del juego.

El problema es que desde todas las variables cinematográficas esta película no puede ser entendida desde la percepción metafórica, ni por asomo.

Digamos que el filme comienza antes, o después según se lo piense, de una primera escena que nos muestra los carriles por los que va a transitar el mismo: Un joven dentro de una habitación en la que comienzan a cerrarse las paredes con el final de quedar aplastado. Corte, fundido, tiempo antes.

En este punto la producción retrocede en el tiempo para presentarnos a los personajes principales y el inicio del conflicto, o del juego, o de lo que sea que haya sido esto.

En relación a los personajes, tanto la presentación como sus desarrollos son tan pobres como el resto del guión, todos son arquetipos clásicos de este tipo de películas, en este caso no hay ni dobleces de los mismos, ni proyección, ni modificación, ni nada.

Ni siquiera en los intentos de transitar sobre algo parecido al suspenso está logrado, a pesar de la infinidad de vueltas de tuercas que les den a las situaciones, pues la previsibilidad es su principal arma mortal. Mata a la película por ausencia total de sorpresa, y mata al espectador de aburrimiento.

Tampoco ayudan demasiado las actuaciones. Nunca se transfiere a los que están viendo el filme, lo que supuestamente sienten los personajes. El hecho de no saber la razón de haber sido elegidos, misterio si los hay, se ira develando con sucesivas analepsis, según corresponda el momento de cada personaje, lo que determinara qué es lo que tienen en común. Aunque en este caso el autor que estaban buscando parece que se dio a la fuga (Perdón Luigi Pirandello, no es con vos el tema).

La historia gira alrededor de seis desconocidos que invitados, por alguien que nadie conoce, se encuentran en una habitación mortal en la que deberán usar su ingenio para sobrevivir.

Entonces se puede proponer hacer apuestas de cómo irán muriendo cada uno, un dato nos lo dieron al comenzar a proyección, en realidad esto es mucho más divertido.

Sólo una aclaración, todo termina con la clara idea de empezar con una secuela, (Gómez Bolaños falleció y ahora ¿quién podrá salvarnos?), digamos que una de las máximas del cine de Hollywood, incluyendo el género del terror es: si no te muestran al personaje muerto, reaparecerá “vivito y coleando” (gracias Hugo Midón) y acá se hace presente, claro.

Como siempre la dirección de arte, la fotografía, el montaje, el diseño de sonido son de muy buena factura, lastima el relleno.