Escalofrios 2: Una noche embrujada

Crítica de Gaspar Zimerman - Clarín

Muchos tal vez no la hayan oído nombrar jamás, pero la colección de libros Goosebumps (llamada Escalofríos en Latinoamérica) es la segunda más vendida de la historia, detrás de la saga de Harry Potter. Y según nos cuenta Wikipedia, su autor, R. L. Stine, es conocido nada menos que como el Stephen King de la literatura infantil. Hace cuatro años, esta serie bibliográfica tuvo su primera versión cinematográfica y ahora llega la secuela, en lo que parece el inicio de una larga franquicia.

El tono sigue siendo el mismo: una comedia juvenil con ingredientes fantásticos y de terror liviano. La historia no se basa en alguno de los libros en particular, sino en el universo de Escalofríos en general. Y la mayoría de los personajes de esta segunda parte son nuevos, salvo por el propio R. L. Stine (interpretado otra vez por Jack Black, que tenía peso en la anterior y ahora sólo hace una breve aparición).

Ahora los protagonistas son dos preadolescentes que por accidente le dan vida a Slappy, un siniestro muñeco de ventrílocuo que tiene poderes mágicos y los usa para transformar en criaturas reales a las máscaras y la decoración de Halloween (por algo se estrena en esta época). Junto con la hermana mayor de uno de ellos, los chicos intentarán detener a este Chirolita pariente de Chucky antes de que destruya el pueblo con su ejército de monstruos y brujas.

Al estilo de Stranger Things, hay un homenaje al Steven Spielberg ochentoso y sus bandas de chicos pueblerinos en bicicleta dispuestos a la aventura. Y también a ese mecanismo de Jumanji por el cual lo que sucede en el juego (en un libro, en este caso) se vuelve real. Así, con una aceitada fórmula, este producto cumple con el objetivo de entretener, y no mucho más. En esta misma línea de comedia fantástica juvenil, todavía está en cartel La casa con un reloj en sus paredes (también basada en un reconocido libro infantil y con Jack Black en el elenco), que es más recomendable que ésta.