Es sólo el fin del mundo

Crítica de Rodolfo Bella - La Capital

Formas de decir adiós

Xavier Dolan, el joven director estrella del Festival de Cannes, regresó a escena con un drama potente y por momentos irritante en "Es sólo el fin del mundo". Se trata de la adaptación al cine de una obra de Jean-Luc Lagarce, célebre autor francés fallecido a los 38 años. El trabajo de Dolan respeta el origen teatral del texto con una puesta que se desarrolla casi en su totalidad en el interior de una casa. Hasta allí llega el protagonista, Louis, un exitoso dramaturgo que va a su pueblo después de doce años. La razón del viaje se revela en los primeros minutos cuando con su voz en off dice que lo hace para decirles que va a morir.

La comunicación nunca fue fluida en esa familia disfuncional que grita y discute todo el tiempo por cualquier cosa, con una madre que parece haber enloquecido, un hermano mayor violento y una hermana menor a la que casi no conoce, mientras Louis solo parece expresarse con tres palabras y una sonrisa. El origen de la violencia que inunda las relaciones nunca es dicho pero sí sugerido a través de las palabras abandono, ingratitud, desprecio y resentimiento. Dolan transmite con insistencia y con algún levísimo humor ese caos que dura poco más de un día y lo acentúa con planos cortos y una banda de sonido presente en todo el filme.