Entre viñedos

Crítica de Gaspar Zimerman - Clarín

Tarde pero seguro, llega la película que el esnobismo vitivinícola local estaba esperando. Porque la historia de Entre viñedos -coescrita por el el director Cedric Klapisch y el argentino Santiago Amigorena- parece una excusa para mostrar la producción de vinos en Francia, al punto de que por momentos se aleja del drama agridulce que pretende ser para asemejarse a un documental para sommelieres.

Las voces en off suelen ser molestas y la de Jean, que vuelve a su casa paterna después de diez años, no es la excepción. El regreso se debe a la enfermedad de su padre, que no tardará en morir. Entonces, el narrador y sus dos hermanos deberán decidir qué hacer con los viñedos que heredaron en Borgoña: ¿seguir produciendo o embolsar una millonada de euros?

Mientras, asistimos al proceso de elaboración del elixir de Baco. Pero los conflictos de estos hermanos no tienen la profundidad necesaria para generar empatía, se estiran innecesariamente y la película fracasa en sus reiterados intentos por conmover.